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martes, 26 de julio de 2016

El partido de héroes en la Antártida



Partido en el mar de Wedell, con el Endurance
atrapado por el hielo (Foto: Frank Hurley)
Fue un partido de héroes reales. En el lugar más apartado del planeta, el más inhóspito e inverosímil, alguien soltó un balón y se produjo el milagro. Dicen que el heroísmo es persistir un momento más cuando todo parece perdido, y aquellos hombres lo hicieron clavando palos en un mar helado, trazando líneas sobre el témpano y jugando el partido de fútbol más austral del que se haya tenido nunca noticias. La paciencia y la fe de aquellos jugadores fueron la clave de su proeza y supervivencia.

Todo empezó con un anuncio por palabras en el periódico: “Se buscan hombres para una dura travesía. Sueldos bajos. Frío intenso. Largos meses de completa oscuridad. Constante peligro. Dudoso retorno. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. El anglo-irlandés Ernest Shackleton tuvo que responder a cerca de cinco mil personas, aunque sólo 28 de ellas fueron las elegidas.

Shackleton era un explorador con bastante experiencia. En enero de 1909, junto con tres compañeros, logró hacer una marcha que les condujo al punto más al sur que ningún hombre había alcanzado nunca, a unos 190 kilómetros del Polo Sur. Dos años después, el noruego Roald Amundsen alcanzó la gloria de conquistar el Polo Sur y Shackleton se obsesionó con el último reto que quedaba pendiente: cruzar el continente helado de punta a punta pasando a través del polo. El plan era desembarcar en Vahsel Bucht, en el mar de Wedell (frente a las costas argentinas y chilenas), y recorrer en trineos tirados por perros unos 2.880 kilómetros a través de la Antártida para acabar en el mar de Ross (frente a las costas de Nueva Zelanda), en la antigua base del Nimrod.

La aventura del Endurance

Partieron del puerto de Plymouth, rumbo a Buenos Aires, el 8 de agosto de 1914. Semanas después, con manifestaciones de júbilo, deseos de buena suerte y los acordes de “Dios salve al rey”, el barco Endurance salió de Buenos Aires hacia la Antártida. Todo iba según lo previsto hasta que después de meses de navegación, ralentizada por el hielo, el barco quedó atrapado en el gélido mar de Wedell, manteniéndose en una banquisa y derivando hacia el norte. Los 28 tripulantes confiaban en que la subida de las temperaturas pudiera liberarlo para reanudar la navegación hacia la costa, y en la larga espera surgió la organización de aquel partido.

Se jugó el 15 de febrero de 1915. Por la mañana, el carpintero Harry McNish trazó las líneas del campo, clavó las varas de las porterías y los banderines del córner y a las 16:00 horas comenzó un partido de once contra once. Todos participaron, menos el fotógrafo australiano Frank Hurley que se ocupó de tomar imágenes con sus cámaras. Además de las fotos, las anotaciones en los diarios personales de varios de los jugadores quedaron como testimonio de aquel partido: “A las cuatro jugamos un magnífico partido de fútbol”, escribió Reginald James, “un equipo llevaba banda roja en el brazo, el otro blanca…/… 1-1, pero en la segunda mitad los rojos marcaron el gol de la victoria”. Frank Worsley, el capitán del barco, era uno de los porteros. El árbitro fue el cirujano escocés Alexander Mcklin, “quien, aunque es uno de nuestros mejores jugadores, no pudo jugar porque uno de los perros lo mordió en un ojo cuando estaba separando a dos que se peleaban”.

Aislados más de dos años

La espera de aquellos improvisados futbolistas se hizo eterna, porque quedaron aislados más de dos años. La presión del hielo sobre el casquete rompería y hundiría la embarcación, así que acamparon provistos de escasos víveres, trineos, perros y botes salvavidas. Fracasaron al intentar llegar a tierra firme a través del hielo, hasta que Shackleton, al ver que la banquisa se rompía, ordenó embarcar en los botes y poner proa a la tierra más cercana. Después de cinco angustiosos días en el agua, los expedicionarios llegaron exhaustos a la isla Elefante, a más de 550 kilómetros del lugar en que se hundió el Endurance. Pero no estaban a salvo. La isla era un paraje desierto, alejado de cualquier ruta marítima, y la desnutrición y el frío amenazaban la vida de todos los miembros de la expedición. Así que Shackleton, con cinco compañeros, decidió arriesgarse y emprender un viaje de casi 1.300 kilómetros en bote abierto hasta las estaciones balleneras de las islas Georgias del Sur. Partieron el 24 de abril de 1916, y tras sufrir innumerables obstáculos en su travesía, llegaron hambrientos, extenuados y consumidos a la estación ballenera de Stromness, el 20 de mayo. Aún hubo que sortear graves impedimentos para rescatar a sus hombres de la isla Elefante, lo que Shackleton conseguiría el 30 de agosto de 1916.

Fue una aventura de héroes reales. En el lugar más apartado del planeta, el más inhóspito e inverosímil, alguien soltó un balón y se produjo el milagro. Dicen que el heroísmo es persistir un momento más cuando todo parece perdido, y aquellos hombres lo hicieron jugando un partido de fútbol. Así enriquecieron su espera y la firme esperanza en un hombre que fracasó en su objetivo de cruzar la Antártida, pero cuya habilidad y liderazgo sirvieron para mantener vivos a todos los miembros de su equipo.

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