En el duro camino donde sufren las piernas y se agota el aire, la adversidad de la caída es una prueba exigente y acaso cruel. El cuerpo se desequilibra, adopta las más ridículas posiciones para recuperar el centro de gravedad y, en pleno anuncio del fracaso, las manos se extienden para amortiguar el golpe. Ya en el suelo, siempre hay un instante en el que la tentación de rendirse aparece en escena. Parece formar parte del metabolismo del máximo esfuerzo y es breve pero intensa. Hasta que entre los corredores que te sobrepasan, uno de ellos interrumpe su ritmo, se para ante ti y extiende su brazo para ayudar a levantarte.
Algún periodista de San Sebastián se atrevió a escribir que el laredano Lorenzo Gutiérrez era capaz de ganar al gran Fernando Aguilar, un fondista que se había convertido en el eterno rival de Mariano Haro y que apodaban ‘El galgo de Aretxabaleta’ porque iba a todos los sitios corriendo. Dominador de las primeras posiciones de aquella carrera guipuzcoana de campo a través, Aguilar, seguido muy de cerca por el atleta cántabro, no pudo evitar caerse cuando pisó una pequeña depresión del terreno oculta en la hierba mal segada. Pero Lorenzo se negó a pasarle. Se detuvo ante su rival, le tendió la mano y le ayudó a incorporarse a la carrera. Aguilar entró en la meta antes que Lorenzo, pero el periodista había acertado, porque aquella mano tendida fue el gesto de un verdadero campeón.
El descubrimiento de su don
Lorenzo Gutiérrez González (Laredo, 1942), descubrió su don cuando con doce años acudió con otros “flechas” a un campamento del Frente de Juventudes en Espinosa de los Monteros. Su jefe de centuria era un atleta de Torrelavega que para distraer a los chiquillos organizó una carrera donde él mismo participó dando ventaja de varios metros a sus pupilos.
Lorenzo, cuya timidez le hacía casi invisible en el grupo, no era consciente de su capacidad hasta que se vio en cabeza del grupo. Miraba atrás sorprendido por la ventaja que llevaba, y el jefe de centuria, que superó a todos los críos, tuvo que intensificar el ritmo para dar caza a aquel rapaz justo al llegar al árbol que servía de referencia de meta. “Tú corres mucho, chaval”, le dijo jadeando tras el esfuerzo del sprint.
Ya con dieciséis años, no resistió la tentación de acudir a un cross que el Frente de Juventudes organizaba en Cabezón de la Sal. Pagaban el viaje en autobús y ofrecían un bocadillo. Era suficiente. Entre los más de setenta jóvenes que participaron, Lorenzo Gutiérrez quedó el tercero. Así comenzó su trayectoria deportiva. Siendo junior, fue subcampeón de España de cross y subcampeón de España de 5.000 metros lisos.
Un día, recibió en su casa una carta de un general invitándole a hacer el servicio militar voluntario en San Sebastián, donde se había creado el Club Atlético Jaizkíbel. Y allí se marchó, colaborando en la obtención del Campeonato del Mundo Militar de Cross por Equipos del CISM (Conseil International du Sport Militaire). Por mediación del también atleta Alberto Díaz de la Gándara, fue becado en la Residencia Blume de Barcelona durante tres años. Medalla de bronce en el Campeonato de España senior de cross, participó en varias pruebas representando a España, como en los Mundiales de Dublín, Ostende y Túnez.
En Cantabria no tenía adversarios en las carreras de fondo. Durante años, conservó el récord de Cantabria absoluto de 800, 1.000, 1.500, 2.000, 3.000, 5.000 y 10.000 metros lisos, además de 3.000 metros obstáculos y maratón. También fue en siete ocasiones campeón de cross.
Con Abebe Bikila y Alain Mimoun
Compitió en dos ocasiones con el legendario Abebe Bikila, famoso por ganar descalzo la carrera de maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio. La primera fue en Elgóibar, y la segunda en el Cross Internacional de Lasarte, donde logró entrar por delante del etíope. También ganó a otro campeón olímpico de maratón, al francés nacido en Argelia, Alain Mimoun, que obtuvo el triunfo en Melbourne.
Fue el 3 de enero de 1965, en el cross de Chartres (Francia). Aquel día, fue Lorenzo el que resbaló estrepitosamente al pisar la nieve helada. Pero en aquel duro camino donde sufren las piernas y se agota el aire, la adversidad de la caída fue una bendición, porque en el instante en el que la tentación de rendirse apareció en escena, uno de los corredores interrumpió su ritmo y extendió su brazo para ayudar a levantarle.
Era el gran Mimoun, atleta ensombrecido por Emil Zatopek que tuvo que conformarse con las medallas de plata en 10.000 en los Juegos Olímpicos de Londres y Helsinki, y de 5.000 metros también en Helsinki. Lorenzo quedó sexto en la prueba y superó a Mimoun, quizás gracias a aquella mano tendida del gran atleta francés.
Lorenzo Gutiérrez se retiró de la competición en 2004, después de ser campeón de España de Veteranos en 5.000 y 10.000 metros lisos, logrando la tercera marca mundial del año de mayores de sesenta años en los 5.000. Hoy sigue corriendo y nadando a su ritmo por la playa de La Salvé, consciente de que la verdadera meta no es una línea que hay que rebasar antes que nadie, sino unas manos entrelazadas de dos rivales que se ayudan para caminar juntos.
Lorenzo Gutiérrez se retiró de la competición en 2004, después de ser campeón de España de Veteranos en 5.000 y 10.000 metros lisos, logrando la tercera marca mundial del año de mayores de sesenta años en los 5.000. Hoy sigue corriendo y nadando a su ritmo por la playa de La Salvé, consciente de que la verdadera meta no es una línea que hay que rebasar antes que nadie, sino unas manos entrelazadas de dos rivales que se ayudan para caminar juntos.
Estupenda semblanza del atleta de Laredo, los que lo aplaudimos en muchas ocasiones hemos vuelto a recordar su entrega y pundonor. Gracias, Raúl, magnífico texto.
ResponderEliminarUn atleta totalmente desconocido por mí, pero por lo que leído,fue muy bueno,y me gustaría conocerle,un abrazo Jonathan.
ResponderEliminarUn grande atleta de nuestro laredo
ResponderEliminarLorenzo es, porque aún corre un gran corredor, pero es todavía mejor persona. Tienen reconocimiento en Laredo, mi pueblo, futbolistas, etc que no tienen comparación. Es para mí un honor poder llamarle amigo.
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