Agachados, Aitor Aguirre y Sergio |
Los jugadores ya están preparados y el ruido de los tacos ametralla el suelo de los vestuarios. Los Campos de Sport esperan a los dos equipos. El entrenador, José María Maguregui, está a punto de arengar a sus muchachos para que salgan aguerridos al terreno de juego. Dos de ellos, Aitor y Sergio, se han intercambiado miradas cómplices y en una esquina, como escolares que fuman un pitillo en la clandestinidad, se atan mutuamente sendos cordones de bota en la manga. Son los últimos en salir al campo. Cuando pisan la hierba de El Sardinero nadie se ha dado cuenta del símbolo de luto que han improvisado.
Es domingo, 28 de septiembre de 1975. El régimen de Franco agoniza, pero un proceso militar ha dictado las últimas condenas a muerte. Se trata de tres terroristas del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y dos de ETA (Euskadi ta Askatasuna). La opinión pública internacional ha presionado para evitar las ejecuciones. La noche anterior al partido, en la habitación del Hotel Rhin, Aitor y Sergio escuchaban las noticias emitidas por Radio España Independiente (‘La Pirenaica’). Esa misma noche, en la oscuridad de la habitación que ambos compartían, el mensaje del transistor informó de los fusilamientos en un campo de tiro de Hoyo del Manzanares. Los dos jugadores se han sentido más compañeros que nunca y hablan y hablan hasta que el sueño les une en un compromiso. Y el sueño les suelta el balón en un campo, y juegan al fútbol mientras sus pies se liberan de la presión de las botas, y sus cordones se escapan para convertirse en látigos que silban al aire.
En el partido
En el primer tiempo, el Racing ha dominado a su rival y ha tenido varias ocasiones de gol, pero sólo ha convertido una, cuando Sergio centró hacia el área, Zuviría peinó el balón hacia atrás y Aitor Aguirre remató de cabeza. Cuando los jugadores regresaban a los vestuarios, los cordones negros seguían atados en las mangas blancas de las camisetas de Aitor y Sergio. Creen que nadie ha dado importancia al hecho, pero se equivocan. Varios policías vestidos de paisano apartan a los futbolistas y se dirigen a ellos amenazantes:
- O se quitan ahora mismo esos brazaletes o ustedes no salen en el segundo tiempo, se vienen con nosotros a comisaría.
Aitor y Sergio ya han cumplido con el ritual y no oponen ninguna resistencia. Algo asustados, se desprenden de los cordones y uno de los policías los recoge como si fueran pruebas finas de algún delito. Los policías les permiten jugar la segunda parte. El balón entra en juego y el peligro está ahora en los rivales deportivos, sobre todo en las botas de Rubén Cano. El Racing ha bajado la guardia y el Elche C. F. ha conseguido empatar. A falta de tres minutos para el final, Aitor volvió a marcar gracias a otro cabezazo con el que superó en el salto al portero y a los defensores que le marcaban. Ha sido el gol del triunfo.
Pero el triunfo no ha liberado de la detención a Sergio y a Aitor. Acusados, interrogados y multados, los dos futbolistas, tras pasar varias horas en comisaría, fueron liberados gracias a las gestiones de la directiva racinguista. Hubo amenazas de muerte a los dos jugadores y al presidente, José Manuel López Alonso. Fueron días de preocupación y noches donde los sueños de Aitor y Sergio se empeñaban en jugar a fútbol mientras alguien les ataba los pies.
Semanas más tarde, Franco murió, las Cortes proclamaron rey al príncipe Juan Carlos, y se devolvió el importe de la multa a los dos deportistas que se atrevieron a lamentar la pena de muerte con los cordones de unas botas de fútbol. Si el sueño les suelta un balón en un campo, Aitor y Sergio siguen jugando al fútbol mientras sus pies se liberan de la presión de las botas, y sus cordones se escapan para convertirse en látigos que silban al aire.
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