Quien sabe de dolor, todo lo sabe. Quien sabe de sufrir, todo lo soporta. Así, sobre esas máquinas de sofisticadas torturas deportivas que a veces parecen las bicicletas, se educan los hombres más generosos con el esfuerzo. Pero tan sabio y tan estoico, aquel gran ciclista no pudo contenerse ante la tragedia de la injusticia. Y todo por un caballo desbocado de un guardia civil que le privó de la victoria final.
Victorino Otero Alonso nació en 1896 en la localidad leonesa de San Andrés de los Puentes y desde los nueve años vivió en Marsella, donde empezó a pedalear y ganar sus primeras carreras. Llegó a Santander en 1918 para cumplir el servicio militar en el Regimiento Valencia, y en Cantabria se disfrutó de su esplendor. Las autoridades militares le facilitaron el entrenamiento y él respondió con triunfos y más triunfos conquistando a la afición montañesa que le adoptó para honrarlo como ejemplo deportivo con el sobrenombre de ‘El Soldado’.
Los primeros españoles en acabar el Tour
En 1924, tras quince días de una dureza extrema y 5.425 kilómetros de recorrido, logró terminar el Tour de Francia en compañía del catalán Jaume Janet. Quedó en el cuadragésimo segundo lugar, pero ambos se convirtieron en los primeros españoles en terminar aquel tormento deportivo de barro, polvo, diarreas y supremo esfuerzo que parecía destinado a hombres de otra estirpe. Y así, de otra estirpe, sabio y experimentado de dolor y sufrimiento, participó el año siguiente en la Vuelta a Andalucía, dispuesto a enfrentarse en cinco etapas a 735 kilómetros compitiendo con los grandes del ciclismo español de la época, como los vizcaínos Segundo Barruetabeña y Domingo Gutiérrez, el madrileño Telmo García y el abulense, Ricardo Montero.
En la primera etapa, entre Sevilla y Córdoba, Montero aprovechó sus dotes de escalador y llegó a la meta con 11 segundos de ventaja sobre su máximo rival, Victorino Otero. En la segunda, el leonés afincado en Cantabria impuso un ritmo frenético, se escapó en solitario y consiguió ser el líder con 30 segundos de ventaja sobre Montero. La tercera etapa, entre Málaga y Algeciras, se decidió al sprint a favor del madrileño Telmo García, sin que variara la clasificación general, igual que en la cuarta, entre Algeciras y Cádiz, que de nuevo ganó al sprint, Telmo García. A falta de la última jornada entre Cádiz y Sevilla, Otero mandaba en la general con una ventaja de 27 segundos sobre Montero.
El desastre de la última etapa
En la última etapa llegaría el desastre. El pelotón se mantuvo compacto hasta el tramo final. Hubo algún intento de escapada, pero Otero respondió al ataque controlando a su inmediato seguidor en la general, a Montero, hasta que se llegó al sprint final y un caballo de un guardia civil que procuraba el orden entre la multitud, se desbocó entrando en la carretera sin que Victorino Otero pudiera evitarlo, atropellándolo y cayendo al suelo. Tras el impacto, magullado y enojado, se levantó enseguida para entrar en la meta. Pero cuando comprobó que los jueces le habían cronometrado 32 segundos con respecto a la entrada de Montero, a pesar de la escasa distancia entre el lugar de la caída y la línea de meta, Victoriano no pudo contenerse ante la tragedia de la injusticia. Se quejó airadamente a los jueces, pero su reclamación no prosperó. La Unión Velocipédica Española (UVE), antecedente de la Federación Española, declaró ganador a Montero y sancionó con seis meses de suspensión a Otero por “el acto antideportivo” ocurrido el día de reparto de premios “al insolentarse con los jurados de la carrera, profiriendo frases incorrectas dirigidas a las autoridades que formaban parte de la mesa”.
Quien sabe de dolor, todo lo sabe. Quien sabe de sufrir, todo lo soporta. Pero ningún ciclista fue capaz de esquivar en pleno sprint la invasión de un caballo desbocado de un guardia civil, ni la ceguera de unos jueces insolentes con la realidad.
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