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miércoles, 3 de agosto de 2016

Bribián y la sabia mirada del guardameta

Carlos Bribián, en sus años de juventud
Ya ha cumplido los noventa, pero que nadie dude de su vitalidad. Me atreví a chutarle un balón en el jardín de su casa de Ontoria, e incluso quise disputárselo por alto en un córner imaginario, comprobando que Carlos Bribián Castro sigue manteniendo la posición. Las palabras (y algún codazo que otro) son sus mejores defensas para dejar su portería a cero. Afirma que ser guardameta le ha servido para contemplar la vida desde la mejor perspectiva, e insiste en citar a Albert Camus, (también guardameta en su juventud) para repetirme que “todo lo que sé de la moral y de las obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”.

Fue un niño distinto. Cuando recibió un balón por primera vez, no quiso despejarlo de una patada, sino recogerlo con las manos. Fue un niño distinto porque quiso ser guardameta y porque muy pronto descubrió la importancia de observar para descubrir los secretos de la vida. Y un día subió al tren y se marchó lejos de su casa para prolongar su mirada jugando al fútbol.

Bribián defendió la portería de varios equipos como profesional. Jugó en el Real Murcia y su filial, el Imperial C. F. Tuvo la suerte de formar parte de la plantilla del Atlético Aviación (1944-45), aunque no pudo disputar ningún partido oficial. Bastante recompensa fue estar a las órdenes del gran Ricardo Zamora, legendario portero y entrenador de los atléticos, y alternar los ejercicios con jugadores de la talla de Germán o Aparicio. Continuó su trayectoria deportiva jugando en el F. C. Cartagena, en Segunda División, y luego en el C. D. Logroñés, C. D. Numancia, Burgos C. F., C. D. Naval y C. D. Calatayud, donde colgó las botas. Desde la atalaya de observación de su área aprendió a contemplar el juego desde la globalidad. Ninguna mirada de un futbolista puede abarcar tanto campo como la del portero, y la mirada de Bribián se hizo más y más ambiciosa.

El periodismo y la literatura

Logró terminar el bachillerato y durante su estancia en Soria, participó en un concurso de preguntas deportivas celebrado en un teatro de la ciudad. No sólo ganó el primer premio, sino que llegó a corregir en una de las respuestas al mismo presentador. Aquello le valió su primer contacto con el periodismo que supo alternarlo con la labor de entrenador, dirigiendo a varios equipos madrileños, como la Sociedad Recreativa Boetticher, con la que llegó a ser el entrenador más joven del país con 28 años, logrando el título de campeón de España de Aficionados. También dirigiría al C. D. Leganés, al R. C. D. Carabanchel y al Club Getafe Deportivo.

Sin embargo, el periodismo le reclamaría. Había comenzado a escribir en las páginas de ‘La Voz de Castilla’, ‘Nueva Rioja’, el ‘Pensamiento Navarro’, y ‘Arco y Regate’. En Madrid se le abrieron las puertas del diario ‘Marca’ y se atrevió con la literatura. Su primera novela, ‘Buck’, fue finalista del Premio Planeta (1959) y la segunda, ‘La Huída’, lo fue del Premio Café Gijón de Novela Breve (1960). También escribió ‘Llueve’ (1959) e ‘Isabel’ (1960).

Tras su exitosa experiencia literaria, en 1960 dio el gran paso como periodista y se instaló en la República Federal de Alemania (RFA) como corresponsal del diario ‘Marca’ hasta 1988, ocupándose inmediatamente después, y hasta 1992, de la corresponsalía de ‘As’ y la cadena SER en aquel país. Colaboró con la revista alemana ‘Kicher’ (1962-87), el periódico portugués ‘Record’ y la revista japonesa ‘Eleven-Football Magazin’. Fue redactor jefe de la edición de Europa de ‘7 Fechas’ (1962-1977), corresponsal en Bonn de ‘Pueblo’ (1974-1984) y de ‘ABC’ (1985-1989). En el periodo 1983-1986 firmó sus crónicas dominicales en ‘El Heraldo de Aragón’ y paralelamente, desde 1964 hasta 1987, fue responsable del área de deportes de la emisora ‘Deutsche Welle’ (La Voz de Alemania), la radio pública de la RFA.

Verdaderos méritos

Los verdaderos méritos no se cacarean. Incluso dicen que para vivir en paz, es más conveniente esconderlos en la tranquilidad de la modestia, abrigarlos en lo cotidiano y compartirlos en la intimidad de la amistad. Que me perdone por mostrarlos sin su permiso, porque he visto enmarcado en el salón de su casa la Cruz de Caballero de la Orden de Cisneros, el diploma olímpico a la información en los XX Juegos Olímpicos, la medalla de plata de la Unión de Periodistas Deportivos de España, el botón de plata de la ‘Verband Deutscher Sportjournalisten’, el Premio Antonino Pellón de la Cultura o el título de Hijo Predilecto de Binéfar.

Nunca le dio importancia al hecho de que ha sido enviado especial a cinco juegos olímpicos, cuatro mundiales de fútbol y varios campeonatos del mundo de otros deportes, y aunque es cierto que se recompensan más las apariencias que las propias virtudes, Bribián sigue contemplando su larga vida desde la mejor perspectiva, desde la sabia mirada del guardameta que todo lo que sabe de la moral y de las obligaciones del hombre se lo debe al fútbol. Por eso él sí que se merece la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo.

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