Clemente López Dóriga (izquierda) y el ciclista Fermín Trueba |
El pelotón es casi ciego. Sobre una ruta ya encauzada, marcha acurrucado para evitar el viento en el avance y sólo tiene ojos en la vanguardia cambiante de su cabeza, preocupado de los rebeldes que se escapan. A veces se estira, a veces se parte en grupos, pero su vocación es mantenerse unido, como bandada de pájaros que emigra de etapa a etapa en un vuelo compacto y eficiente, donde todos se dejan llevar. Por eso el pelotón sigue siendo casi ciego, con una enorme miopía que no le deja ver más allá de los primeros metros.
El pelotón de la Vuelta Ciclista a España sigue pedaleando año tras año con una de las cegueras más oscuras del ciclismo mundial. La luz de sus orígenes se ha apagado sin que nadie se preocupe de encender el mérito de su creador. En sus respectivos países, se ha reconocido la labor de Eugenio Camillo Costamagna, principal impulsor del Giro de Italia, así como la de Henri Desgrange, organizador del Tour de Francia, que incluso tiene un monumento en la cima del Galibier. Pero en España, el santanderino Clemente López Dóriga (1895-1957), el creador de la Vuelta, sigue siendo un desconocido, incluso en su propia tierra.
Entre los inscritos de una nueva edición del Circuito de El Sardinero, que se disputaría el 23 de septiembre de 1913, se encontraba un seudónimo que contrastaba con los nombres y apellidos del resto de los participantes. Se trataba de ‘Lapize’, un escondrijo de un chaval de 18 años que quería ocultarse ante la prohibición de su familia de participar en las carreras ciclistas. Aún estaba reciente el dolor por la pérdida de uno de sus cinco hermanos, Alfredo, en una trágica muerte descendiendo en bicicleta la cuesta de La Pajosa. De ahí el reparo familiar. Pero Clemente López Dóriga, es decir, ‘Lapize’, debutó aquel día entre los más reputados ciclistas cántabros de la época, de categoría amateur y profesional, quedando en un excelente tercer puesto, después de los corredores castreños, ya consagrados, Santiago Chávarri y Eulogio Bilbao.
A partir de entonces, el ciclismo viviría emocionantes momentos con la luz de Clemente. Fue campeón de velocidad de Santander en 1915, 1916 y 1918, consiguiendo ser campeón de Castilla la Vieja en 1918 y 1919. Se retiró del ciclismo activo en 1921, y a partir de entonces se dedicaría al mecenazgo y al apoyo de los ciclistas. Entre ellos destacó Victorino Otero. Con la ayuda de Clemente, Otero se convertiría en uno de los primeros españoles que pudo finalizar el Tour de Francia, todo un éxito deportivo de entonces. Poco después, descubrió el tesoro de los hermanos Trueba (José, Vicente y Fermín). Fue padrino y mentor de los tres, en especial de Vicente, la famosa ‘Pulga de Torrelavega’, en sus participaciones en el Tour de 1932, 1933 y 1934.
Excelente organizador
Clemente era un hombre muy bien relacionado y con excelentes contactos que sabía utilizar para defender a los suyos. Además, tenía un gran prestigio como informador, de tal manera que desde el periódico ‘Informaciones’ de Madrid se encargaba de hacer las crónicas de las importantes competiciones a las que asistía. Otra de las facetas en las que siempre destacaría fue la de organizador. Siendo aún un chaval, puso en marcha la Vuelta a Santander (1914), y años más tarde, la carrera internacional Madrid-Santander (1923) que le proporcionó un enorme prestigio. Luego sería artífice principal de la Subida al Escudo (1931), de la Subida al Alisas (1934), de los campeonatos escolares organizados por ‘El Diario Montañés’… y en 1935, de su gran creación, la Vuelta Ciclista a España.
Desde el año anterior, había establecido su domicilio en Madrid, así que eso facilitaría las cosas. Así que logró convencer al director de ‘Informaciones’, Juan Pujol, para que el periódico se embarcara en la aventura de poner en marcha una gran carrera de etapas como ya se contaba en Francia e Italia. Y el 29 de abril de 1935, desde la Ronda de Atocha de Madrid, medio centenar de corredores iniciaría su marcha de 3.425 kilómetros, divididos en 14 etapas, para abrir uno de los acontecimientos más importantes del ciclismo en España.
Clemente López Dóriga continuaría su labor organizativa en la Vuelta durante los años cuarenta, con la colaboración del diario ‘Ya’, y alentando otras competiciones, como la prueba Madrid-Lisboa, Madrid-Salamanca-Madrid, Madrid-Oporto o el Campeonato de España por Regiones. Recibió la Medalla de Oro al Mérito Ciclista, pero su luz y visibilidad se irían debilitando con los años. Aquejado de una parálisis en sus piernas, aún pudo colaborar en la organización de pruebas de su Cantabria, como el Gran Premio San Migueluco, el Circuito de Torrelavega, el Gran Premio Sniace o el Campeonato de España de Montaña de 1952, con final en El Malecón.
El pelotón de la Vuelta Ciclista a España sigue pedaleando año tras año con una de las cegueras más oscuras del ciclismo mundial. Que la luz de sus orígenes pueda alumbrar el mérito de su creador, porque pocos dieron tanto cobijo a ciclistas y pruebas deportivas como Clemente López Dóriga, la luz de la Vuelta Ciclista a España.
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