Amós de Escalante |
El miedo es la prisión del corazón. Es cierto que los baños de ola de El Sardinero invitaron a los jóvenes a entrar en contacto con el mar. Pero aún eran escasos los que se aventuraban a nadar. No bastaban las maromas ni los bañeros para que se sintieran seguros los bañistas, temerosos del peligro que alentaban las noticias de algunos ahogamientos.
Y durante muchos años, el horror al mar fue la sensación de la mayor parte de los santanderinos del XIX. Pero hubo hombres y mujeres que dejaron de contemplar ese temor desde la ociosidad y, liberados de oscuros pensamientos, se lanzaron al agua dispuestos a abandonar el miedo, conscientes de que con su compañía, nadie llegó a lugares que merecen la pena.
Y entonces, toda una generación se dejó llevar por el valor de un poeta, Amós de Escalante (Santander, 1831-1902), que ante el asombro general, fue capaz de cruzar nadando la bahía de Santander. Aquella experiencia le serviría para escribir en ‘Costas y Montañas. Diario de un caminante’, una de las primeras referencias literarias a la natación, cuando “un hombre de poblada barba y recio busto”, en la playa castreña de Brazomar: “Llegóse a la orilla… /… y entrándose por medio de los que sentados o en cuclillas estaban a mojo asidos a una maroma, o a las manos callosas del marinero que los asistía, se arrojó sobre la espuma de una ola con el aire resuelto y tranquilo de los avezados a tales ejercicios. Sumergióse luego para salvar la rompiente, y salvada, nadó mar adentro con brazo vigoroso, levantándose sobre los anchos lomos de las olas que se sucedían. Único nadador en aquella hora, rompía la monotonía de la escena, y, naturalmente, se llevaba la atención de cuantos en la ribera estaban..."
El nadador descrito por Amós de Escalante preocupó en demasía a los salvavidas, “hombres diputados por el municipio para vigilar imprudencias y prevenir desgracias”, quienes desde tierra, a grandes voces y moviendo los brazos, advirtieron del peligro de tanto alejarse de la orilla. Cuando llegó a ella, aunque denostado de temerario, “con igual calma que había recibido los rociones del mar, recibió el bañista la reprensión del veterano, y sin encogerse de hombros siquiera, salió del agua mudo y tranquilo como había entrado”.
Los pioneros
La hazaña de Amós de Escalante, “nadador de los más intrépidos de la costa”, según aseguraba Marcelino Menéndez Pelayo, comenzaría a descubrir nombres con sabor a héroes, pioneros de la natación santanderina que abrirían el camino del valor al siglo XX, como Carlos Pombo, Senén Diestro, los hermanos Quintana, los hermanos Castañeda, Ramón Solano, el conde de Mansilla… y luego, tras la fundación del Club Náutico Montañés (1916), a los ganadores de las primeras competiciones en la dársena de Molnedo, en Puertochico, como Miguel González, Silvio Seoane, Elías Martínez o la poetisa Ana María Cagigal.
El miedo es la prisión del corazón. No bastaban las maromas ni los bañeros para que se sintieran seguros los bañistas, temerosos del peligro que alentaban las noticias de algunos ahogamientos. Hasta que Amós de Escalante dejó de contemplar el miedo y se lanzó al agua dispuesto a someterlo con el vigor de su acción y el talento de su creatividad literaria. Y todos nos lanzamos al agua detrás de él.
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