Un balandro de la época en la bahía de Santander |
Viento, mar y salitre; telas que se estiran y proas de madera que cortan las olas. El agua salpica las pieles curtidas y el vaivén de la cubierta no puede romper el equilibrio de los pies anclados y las manos sujetas al timón.
El placer de navegar por navegar ya se ha metido en la sangre de los jóvenes de Santander. Cuarenta y dos de ellos crearon el Club de Regatas y comenzaron su actividad. Poco a poco, se puso en liza a remeros y tripulantes de botes a vela. Y fueron aparecieron barcos que lucirían en su palo el grimpolón del Club de Regatas. El ‘yachting’ se estaba poniendo de moda y en Santander se botaría el más grande balandro de recreo de la costa cantábrica. Arqueando unas doce toneladas, duro y marinero, su dueño, José Abascal, quiso construirle en la ribera de El Astillero, donde se hicieron las famosas naves de guerra, y que le bautizara el mismo sacristán de la catedral, Ciriaco Rubio, con aquel nombre tan peculiar y santanderino: El ‘Cuco’.
El ‘Cuco’ obtuvo los primeros éxitos de la vela santanderina. En 1883, cruzó apuestas con otros barcos bilbaínos para hacer el trayecto Santander-Bilbao y Bilbao Santander en menos tiempo, pero un enorme temporal dejó a los barcos vascos sin botalón ni botavara, arrastrándolos a la deriva. El ‘Cuco’ eludió los destrozos, pero la apuesta quedaría en pie. Al año siguiente, la prensa se volcó en la organización de una regata en Santander que se celebró el 29 de julio. Participaron barcos cántabros y vizcaínos. Ganó el ‘Cuco’ ante el vuelco del ‘Montebello’.
La más reñida
Pero la más reñida de todas aquellas primeras regatas fue la que se celebró el 2 de agosto de 1885, también en Santander, entre barcos santanderinos y bilbaínos. La flota cántabra estaba compuesta por el ‘Cuco’, el ‘Marina’ el ‘Ana María’ y el ‘Anita’, mientras que los vascos contaban con el ‘Felicia’, el ‘Chirta’, el ‘Montebello’ y el ‘Esperanza’. Era una prueba de seis millas. Para su organización, se habían preparado dos embarcaciones de apoyo, ambas de la ‘Corconera’, empresa de vaporcitos de la bahía que se distinguían por su número y prestaban varios servicios.
El disparo de cohetes anunció la salida del Corconera número 7, a bordo del cual iba el jurado y los socios del Club de Regatas. Luego lo haría el Corconera número 6, también llamado ‘Hércules’, por ser el más grande de todos, y que partiría engalanado de banderas y gallardetes, llevando a un público selecto, entre los que se encontraban hermosas e intrépidas damas, y a la banda municipal, que en proa tocaba varios números musicales. Toda la línea de la costa estaba llena de curiosos, algunos provistos de gemelos para seguir la regata.
Desde el Corconera número 7, colocado a sotavento de la boya, se hicieron las señales de prevención y salida. Y con viento del Nordeste, los barcos partieron a las tres de la tarde. El número 7 cruzaba en todas direcciones para auxiliar a los veleros que lo necesitaran, mientras que el número 6, se mantenía en la entrada de la bahía, como espectador. En él habían embarcado algunos periodistas, entre ellos José Estrañi, director de ‘El Cantábrico’ y famoso pacotillero.
El periodista asustado
A media regata, el viento dio un cambiazo y sopló de Noroeste, sorprendiendo a algunas embarcaciones. Hubo mucha igualdad y muchos nervios, no tanto entre los balandros que participaban, como en el Corconera número 6, donde Estrañi, nacido en Albacete y con escasa experiencia en asuntos de la mar, estaba más pendiente de las maniobras del patrón, señor Bohigas, que la de los barcos que entraban en el regateo, porque asustado por los cohetes que se lanzaban desde el barco, corría de proa a popa, o viceversa, como pollo sin cabeza. Dicen que uno de los cohetes salió culebreando en otra dirección y pasó rozando una de las orejas de Estrañi que tardaría mucho en recuperarse del soponcio. Acaso por eso el resultado de la regata fue incierto. Unos, como ‘El Aviso’, aseguraron que el ganador fue el ‘Cuco’, mientras que otros hablaron de una discutida decisión por el puesto de honor entre el ‘Cuco’ y el ‘Chirta’ que causó polémica y algo más, porque hubo bronca en el barrio de pescadores entre cántabros y vizcaínos (llegados éstos para vender su pesca), esgrimiendo ambas partes los remos como arma de combate.
Al final todo quedó en concertar una apuesta entre el ‘Cuco’ y el ‘Chirta’ a base de salvar en menos tiempo la distancia entre las dos barras de Bilbao y Santander. Pero nadie supo nunca cómo terminó aquella discusión.
Viento, mar y salitre; telas que se estiran y proas de madera que cortan las olas. El agua salpica las pieles curtidas y el vaivén de la cubierta no puede romper el equilibrio de los pies anclados, excepto los de José Estrañi, que sigue corriendo de proa a popa, o viceversa, como pollo sin cabeza, sin prestar atención a la gloria del balandro más victorioso y formidable del Cantábrico: el ‘Cuco’.
tiendacarpones.com
ResponderEliminarLas regatas son un emocionante deporte náutico que combina habilidad, estrategia y aventura. Los equipos deben estar equipados con chalecos salvavidas, radios de comunicación y GPS para garantizar su seguridad en el impredecible mar.