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miércoles, 7 de septiembre de 2016

El gran salto de Santillana

Santillana
Fue un salto a destiempo, demasiado anticipado, de esos que al principio deleitan elevándose por encima de los defensores, pero luego, en el instante preciso de la llegada del balón, nos humillan descendiendo, mientras todos suben y exhiben el estúpido fracaso de la falta de coordinación. Además, con la altura que había alcanzado aquel nuevo delantero centro del Racing, el ridículo iba a ser mayúsculo.

Pero me equivoqué. Y de qué manera. Aquel delantero no descendió. Como si el cielo le hubiera proporcionado ese punto de apoyo con el que Arquímides aseguró poder mover el mundo, su cuerpo sobresalió entre una nube de jugadores, su cadera realizó un violento giro, cuya inercia convirtió en látigo su cuello, y su frente, yunque de carne y hueso con los ojos abiertos, chocó contra la pelota emitiendo un sonido de trueno que confirmó que aquella exhalación no fue un engaño visual de nuestra fantasía. Después de tantos años, es el gol más impresionante que he visto y que he oído en mi vida.

Monaguillo y marcero


Hacerse futbolista entre amigos que cantan marzas para comprar botas y camisetas, tenía que ser síntoma de buenos augurios. Así comenzó a hacerse jugador de fútbol Carlos Alonso González, un chaval de Santillana del Mar, alumno del ‘Regina Coeli’ y monaguillo en las misas del padre Antonio Niceas. Tras jugar en el torneo de la Amistad, se incorporaría al juvenil Satélite, filial del Barreda Balompié. Su entrenador, Valentín Cuétara, fue quien le bautizó con el seudónimo de Santillana, llevando el nombre de la hermosa villa románica más lejos que el célebre marqués autor de las ‘Serranillas’.

Tenía unas facultades físicas excepcionales, aunque su técnica dejaba mucho que desear. Muy pronto comenzó a jugar con el equipo regional, aportando sus goles al ascenso del Barreda Balompié a Tercera División en 1970. Aquel año sería internacional juvenil y se proclamaría campeón de Aficionados tras ganar en la final a la Cultural de Guarnizo. El joven Santillana se estaba preparando para dar su impulso más potente.

El entrenador racinguista, Manuel Fernández Mora, fue quien le echó el ojo. Tuvo que lidiar con otras ofertas, porque a Santillana también le quería la R. S. Gimnástica de Torrelavega, el R. C. Deportivo de La Coruña y el C. F. Barcelona. Pero eligió el Racing, aunque en aquel tiempo, el equipo peleaba por el ascenso a Segunda División. Aún no había terminado la temporada 1969-70, cuando el conjunto cántabro fue a jugar la primera edición del Trofeo de La Galleta. Los santanderinos ya se habían comprometido a participar pensando que para finales de junio la temporada terminaría, pero ésta tuvo que prolongarse debido a los emocionantes partidos de promoción de ascenso contra el C. D. Ilicitano, así que para solucionar el compromiso, el club decidió acudir a Aguilar de Campoo llevando parte de los jugadores no convocados, varios jóvenes del Rayo Cantabria y algunos juveniles, entre ellos el recién llegado de Santillana del Mar. El 28 de junio, el Racing, dirigido por José Antonio Saro, ganó al Real Valladolid por uno a cero, gol marcado de un formidable remate de cabeza de Santillana. Meses después, debutó oficialmente como racinguista en los Campos de Sport, el 13 de septiembre de 1970, contra la U. P. Langreo. Jugaron aquel día Corral; Chinchón, Argoitia (Santi), José María; García, ‘Zoco’; Aguilar, Cabello, Linares (Santillana), González e Isidro.

Excelente rematador

Se confirmaría como excelente rematador en la cuarta jornada, cuando el Racing recibió al Pontevedra C. F. y a los diez minutos, un avance por la derecha de García brindó al joven ariete la posibilidad de exhibir su potente salto vertical, elevándose varios centímetros sobre sus marcadores y rematando de cabeza el uno a cero. Santillana fue afinando su puntería y sus recursos. Sería el autor de los tres goles de la victoria ante el Onteniente C. F. y sería vital para que el Racing eludiera la promoción al marcar el único gol contra el C. D. C. Moscardó que llevó la firma de su remate de cabeza, a pase de Aguilar, cuando faltaban once minutos para el final. Era el gol número 17 del delantero con el que sería Pichichi de Segunda División, aunque compartiéndolo con el jugador del Córdoba C. F., Manuel Cuesta. Meses después, tras jugar 36 partidos con el Racing, se incorporó al Real Madrid con Aguilar y Corral en una operación que salvó al club de la difícil situación económica que atravesaba.

En poco más de un año, con el impulso tomado desde los Campos de Solvay, aquel juvenil logró dar el salto desde categoría regional a Primera División, alcanzando el éxito del Campeonato de Liga en su primera temporada con los madridistas. Sigue siendo el internacional cántabro con más partidos disputados, cincuenta y seis. Como si el cielo le hubiera proporcionado ese punto de apoyo con el que Arquímides aseguró poder mover el mundo, Santillana sobresalió entre todos los futbolistas por sus impresionantes saltos, impulsos y remates de cabeza. Que nadie lo dude. Ni Zarra, ni Churchill podrán compararse nunca con él. Fue la mejor cabeza de todos los tiempos.

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