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domingo, 4 de diciembre de 2016

El origen de la galerna

Paco Gento con el equipaje del Racing
El tiempo es la goma de borrar más incisiva y eficaz. Pero algunos nombres parecen estar escritos con tinta indeleble, y más que escritos, esculpidos en piedra, prolongando la grandeza de sus hazañas por los siglos de los siglos… Sólo el viento y el agua son capaces de poner en duda la entereza de tanta solidez, aunque hay recuerdos, como el de Paco Gento, que se han aliado con la lluvia y el viento para permanecer y permanecer.

Fue el ganador de seis Copas de Europa, fue el mejor extremo del mundo, y aunque los tiempos del marquesado de Vicente del Bosque hayan amenazado su hegemonía, sigue siendo el futbolista español más laureado de la historia. Qué fácil es deleitarse con tanto éxito apegado al Real Madrid. Pero la galerna más súbita y arrasadora que haya pasado por los campos de fútbol, también tuvo su origen modesto y apacible…

Su endiablada velocidad

Francisco Gento López nació en Guarnizo, en el seno de una familia donde el fútbol no era desconocido, no en vano, su padre, Antonio Gento, fue uno de los primeros jugadores de la Cultural Deportiva Guarnizo. Cuando tenía siete años de edad, Francisco obtuvo su primer éxito deportivo en una carrera de velocidad organizada por el Frente de Juventudes de Guarnizo, y desde los doce años, cuando comenzó a jugar en el Frajanas una serie de competiciones domésticas, esa endiablada velocidad le acompañaría siempre en los terrenos de juego. Tres años después, ya formaba parte de la A. D. Nueva Montaña y al año siguiente, en 1950, se integró en la S. D. Unión Club.

Carácter rebelde

El Racing no podía dejarle escapar y le incorporó al Rayo Cantabria, donde tuvo que falsificar su ficha para poder jugar, ya que aún no había cumplido los 18 años. No se arrugaría al dar el salto desde juveniles a Tercera División. Pocos saben del carácter rebelde e indómito de los inicios de Paco Gento. Siendo niño se escapó de casa desobedeciendo la prohibición de su madre, Prudencia, de no acudir a los Campos de Sport para ver un partido, y jugando en el Rayo, tuvo la osadía de protestarle indignado a su entrenador, Teto Sanz, por no alinear a su primo, Mendi, en un encuentro disputado en Navarra, contra el Izarra. Y recibió una lección, porque Mendi jugó a costa de Gento que se quedó en el banquillo. Pero Gento no era carne de banquillo. Ya había comenzado a tomar carrerilla y se mostraba imparable. En pocos meses era la gran promesa del fútbol cántabro y su debut en el Racing se daba por hecho. En las entrevistas en la prensa se sentía seguro de sí mismo cuando afirmaba que no tenía ningún tipo de complejos por jugar en Primera. “Con la misma serenidad que actué por primera vez en el Rayo cuando llegué de Los Barrios, estoy seguro que jugaría en un club de más categoría”, afirmaba con la “veteranía de un bisoño” en una entrevista realizada en 1952. Tres meses después de estas declaraciones, el 22 de febrero, Gento vestía la camiseta del Racing en Primera División en Los Campos de Sport, frente al C. F. Barcelona que contaba con la reaparición de Ladislao Kubala, después de una lesión. 

Catorce partidos

Qué poco duró Gento en el Racing. Tenía un contrato de cinco temporadas, pero sólo jugó catorce partidos. Fueron catorce partidos de un juego de extremo tradicional, siempre pegado a la banda izquierda, rápido, valiente (nunca volvía la cara) y sobre todo potente, mucho más de lo que insinuaba su presencia física. Su regate en carrera tumbaba a los rivales, su ‘dribling’ era seco, cortante y su explosiva salida, siempre sacaba ventaja en los primeros metros. Años después, un zaguero del Manchester United, añadiría otra de su terrible característica: “Gento corre mucho, pero lo peor es cómo se para”.

El tiempo es la goma de borrar más incisiva y eficaz. Pero Paco Gento se escribe con tinta indeleble, tinta de viento y lluvia que sigue azotando el recuerdo futbolístico, como la galerna que definió su fútbol de arranque, soplando vigorosa en los campos de Europa y América, pero originada en la calidez apacible de Guarnizo: con su madre y sus hermanas María Antonia, Consuelo y María Belén; en el ambiente de fútbol de su padre y hermanos menores, Julio y Antonio, que también serían futbolistas del Racing; y en el oleaje de catorce partidos que revolvieron la atmósfera para desatar un fenómeno deportivo-meteorológico e inolvidable.

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