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viernes, 7 de abril de 2017

La llegada a España de Mr. Pentland

Mr. Pentland (Dibujo de Pastrana)
Cuando el Racing nació, él moría como futbolista en el Halifax Town F. C. Aún tendrían que pasar varios años para que el destino uniera a ambos en una empresa que convertiría al conjunto cántabro en un verdadero equipo de fútbol. Pero hasta entonces, tendría que esperar a que su frase favorita quedara grabada en la carne de su experiencia: “Los teams, como los caracteres, se forman en las derrotas, no en los éxitos”.

Frederick Beaconsfield Pentland (Wolverhampton, 1883-1962) tuvo muy mala suerte cuando decidió emprender la aventura de entrenar. Conocía a la perfección una metodología ignorada en prácticamente todo el mundo, así que tras colgar las botas, dejó las islas para enseñar lo que más sabía, jugar al fútbol. Había sido jugador, entre otros equipos, del Queens Park Rangers F. C., donde llegó a ser internacional con Inglaterra. Allí aprendió que el carácter es el diamante que talla al resto de las piedras de nuestra personalidad. Así que con ese prestigio y conocimiento, aceptaría la aventura de preparar a la selección de Alemania para acudir a los Juegos Olímpicos de 1916. Llegó a Berlín en 1913, y al año siguiente, el archiduque Francisco de Austria fue asesinado en Sarajevo. En pocas semanas, la mayor parte de los países del viejo continente estaba en guerra y Alemania era enemiga acérrima de Inglaterra. Su nacionalidad le condenó y quedó preso durante cuatro años para convencerse, entre el resto de los prisioneros, de que el talento se hace en la soledad, y el carácter en las tempestades del destino.

Seleccionador de Francia en Amberes (1920)

Liberado tras el fin de la Gran Guerra, marchó a Francia a entrenar al A. C. Strasbourg, y su trabajo fue reconocido por la Federación Francesa de Fútbol, proponiéndole dirigir a su selección nacional para competir en los Juegos de Amberes de 1920. Y allí se gestaría su llegada a Santander. Fue una casualidad. Pentland pasaba largos ratos hablando con uno de sus jugadores, René Petit, entonces futbolista del Real Unión Club de Irún, que a su vez era amigo de Pagaza, jugador racinguista que había sido seleccionado con el equipo español. Los tres tenían en común que hablaban inglés, y durante sus charlas, Pagaza convenció a Pentland para que fichara por el club santanderino para el siguiente año. El inglés, que sentía cierta atracción por España, aceptó inmediatamente.

Mr Pentland llegó a la estación de ferrocarril de Santander el 6 de abril de 1921, con su traje oscuro, su bombín, su puro, y vistiendo unos guantes blancos. Tenía 37 años y era el prototipo de ‘gentleman’, con una exquisita corrección en el saludo, en la conversación y en el trato con los jugadores. Pero también era inflexible con los días, con los horarios y con la intensidad de los entrenamientos. Jamás hubo tanta disciplina en el Racing. Incluso exigió a los jugadores que se cuidaran en sus vidas privadas. Entre los escritos que publicó en la prensa, probablemente ayudado con las traducciones de Pagaza, defendía que “un jugador puede pasar todo el día entrenándose y desentrenándose por la noche y nunca estará así en condiciones de ser un buen futbolista”. No necesitaba gritar para imponer sus criterios. Se vestía de corto y enseñaba su magnífico toque de balón para convencer a sus pupilos.

El sentido colectivo

El Racing consiguió adquirir un verdadero sentido colectivo y convirtió el desmarque en el fundamento del juego de ataque. También insistía en mejorar la técnica individual de sus hombres, enseñando la forma de controlar el balón y disparar con fuerza, acciones básicas para los cambios de juego de banda a banda que eran una práctica que pretendía imponer en sus equipos.

Mr. Pentland dedicó una especial atención a la cantera, preocupándose personalmente por el equipo filial. Pero las cosas buenas siempre duran poco. Tenía la obsesión de que cada jugador debía adaptarse a todos los puestos, de tal manera que los cambiaba constantemente de posición. Aquellas costumbres ponían nerviosos a los aficionados y no gustaba demasiado a la directiva que finalmente dudó en renovarle, aunque la verdadera razón de su marcha era el alto precio de su salario, mil pesetas al mes, que había obligado a los socios a desembolsar cuotas extraordinarias. Fue el dinero mejor invertido del club en toda su historia.

Cuando el Racing nació, él moría como futbolista en el Halifax Town F. C. Años después, cuando llegó a Santander, los Campos de Sport se convirtieron en una academia de conocimientos y de disciplina que sólo su autoridad fue capaz de imprimir en aquellos jugadores con talento, pero carentes de esa singular condición que permite identificar a quienes carecen de ella. Porque formó su carácter y convirtió a aquellos chiquillos en uno de los equipos más potentes del Campeonato del Norte. Su frase favorita, aquella de que “Los teams, como los caracteres, se forman en las derrotas, no en los éxitos”, se quedó para siempre en Santander para apoyar el impulso de las futuras victorias.

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