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lunes, 9 de septiembre de 2019

Tacoronte, el Marquitos que regresó de Holanda

Taco con la camiseta del Blauw Wit
Son los primeros años de los setenta. Antonio Alonso Imaz, ‘Tacoronte’, ya ha dejado el fútbol como jugador profesional, pero la sangre le mantiene cerca de los campos. Es el entrenador del Racing juvenil, el mejor equipo de Cantabria, y ha viajado con una verdadera selección de chavales de toda la provincia para participar en un torneo amistoso en Miranda del Ebro. Ha viajado con el autobús lleno y dispone de una veintena de jóvenes futbolistas para disputar el partido contra el Celta de Vigo. Ha llovido y el campo está embarrado, así que el fútbol que se practica no es vistoso. Los vigueses se han adaptado mejor al terreno de juego y están dominando el partido con claridad, adelantándose en el marcador y creando constantes oportunidades. En el descanso, el entrenador arenga a sus futbolistas, pero la visión del vestuario es algo esperpéntica, porque el discurso no ha levantado los ánimos, todo lo contrario. Entre las caras y las camisetas embarradas, Taco parece entrever la imagen de la derrota. Incluso él tiene problemas para identificar a sus jugadores con tanta hierba, lodo y decaimiento pegados a sus pieles. Sabe que tiene que hacer algo. Si pudiera, hasta cambiaba a todo el equipo. 

La saga de los Marquitos

Los Marquitos es que son así. Imprevisibles y decididamente resolutivos. El patriarca de la saga, Marcos Alonso Imaz, el gran Marquitos, fue el ariete que abrió el camino a sus hermanos, y todos ellos respondieron con ese temperamento enérgico no exento de calidad. Antonio se quedó con el apodo de ‘Tacoronte’ por capricho de su hermano mayor, aunque con Alfredo de por medio (Marquitos II), futbolísticamente fue identificado como Marquitos III. Con su fortaleza y seguridad en las tareas defensivas, Taco no tuvo problemas para entrar en la órbita del Racing, y tras jugar en los juveniles se incorporó al Rayo Cantabria (1957-59) que entonces dirigía Manuel Fernández Mora. Fue aquel Rayo de la tasa que goleaba a sus rivales con cinco o más goles (la tasa), capaz de concitar más espectadores que el propio Racing, e incluso ganarle en los partidos de entrenamiento. Y allí estaba ‘Taco’, con Laureano, Saro, Miera, Nando Yosu, Zaballa, Larrinoa y Chisco. Luego decidió ir a Madrid, al amparo de su hermano mayor que ya era una de las figuras del mejor equipo de Europa. 

En el filial del Real Madrid

Y ‘Taco’ se incorporó al conjunto filial, el Plus Ultra (1959-60), luego jugó cedido en el Cádiz (1960-61), siempre en Segunda División, y tras regresar al Plus Ultra, que había descendido a Tercera (1961-62), aceptó incorporarse al conjunto murciano del C. D. Abarán, contribuyendo al ascenso a Segunda en 1963 tras ser campeón del grupo décimo de la categoría y luego eliminar en la fase de ascenso al Racing de Ferrol y al Béjar Industrial. 

Con el Plus Ultra en Tercera y con las puertas cerradas para asomarse a un Real Madrid que seguía ganando títulos con futbolistas como Pachín, Zoco, Santamaría, Amancio, Di Stéfano, Puskas o Gento, Taco tomó la determinación de probar suerte en el extranjero, algo que entonces no era habitual, y se marchó a los Países Bajos para jugar en el Excelsior de Rotterdam (1963-64), un equipo de la Segunda División que durante bastantes años fue filial del Feyenoord y que le proporcionaría la oportunidad de debutar en Primera División en la temporada siguiente al fichar por el Blauw Wit de Ámsterdam (1964-66), un equipo incorporado al profesionalismo desde 1954, dirigido por el entrenador inglés Keith Spurgeon

Experiencia única

Los dos años en Holanda constituyeron una experiencia única para ‘Taco’, pero también le abriría la herida de la nostalgia por su tierra, regresando por ello a Cantabria para iniciar su carrera de entrenador. Y allí estaba, en Miranda del Ebro, con un equipo ensuciado de barro y decaimiento al que no reconocía. Le entraban ganas de cambiarlo por completo. Y de pronto se encendió la bombilla. ¿Y por qué no? Once jugadores nuevos se pusieron las camisetas empapadas, se maquillaron con tierra para camuflarse como guerrilleros y saltaron al campo, de forma clandestina, para remontar el resultado y ganar el encuentro. Hubo alguna sospecha con tímida protesta, pero la victoria fue para el Racing. Los Marquitos es que son así, imprevisibles y decididamente resolutivos.

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