Viajo por el túnel del tiempo leyendo. Suele invitarme Fermín Sánchez, el padre de la historia del deporte en Cantabria que tanto popularizó el pseudónimo de ‘Pepe Montaña’. Abro las páginas de su gran libro, ‘Archivo deportivo de Santander’ (1948), y repaso el último párrafo que dedica a la montaña y la nieve: “Se empieza a destacar -escribe Fermín- la figura de una gran escaladora: Carmina Sánchez Ereño, que corriendo el tiempo había de asombrar a España con el dominio del Naranjo de Bulnes. Nadie más que ella y una pastora, parienta del famoso guía el Cainejo, han vencido al coloso de los Picos. Bello final para cerrar estas breves impresiones sobre la nieve y la montaña. Una mujer joven, acompañada de su marido, Julio Casal, ha escalado el Naranjo. Y es montañesa, del Club Alpino Tajahierro. Por este solo hecho bien mereció ser fundado el club”.
Carmen Sánchez Ereño (Agüera de Guriezo, 1923-2020) quizás hubiera vivido, como la mayoría de las jóvenes de su tiempo, ajenas al deporte, porque a ella le gustaba más la lectura. Pero camino a la biblioteca Menéndez Pelayo para recoger libros de préstamos, se encontraría con otro destino. Sus idas y venidas cargada de libros no pasarían desapercibidas a la mirada de un joven alto, fuerte y decidido, exjugador del Rayo Cantabria, amante del montañismo y socio del Club Alpino Tajahierro. El joven en cuestión se llamaba Julio Casal, y un día, en la puerta de la biblioteca, la dirigió sus primeras palabras: “¿De dónde vienes con tantos libros?”. A partir de entonces, Carmen y Julio fueron inseparables caminantes y pasearon su noviazgo por las principales montañas de Cantabria. Ella se empaparía de amor por el “grandullón”, clave para mantener el ritmo de su ajetreo. Los montañeros comenzaron a conocerlos como “Tarzán y su compañera”, y ambos se casarían en 1946. Pocos meses después, Julio propuso a su esposa que le acompañara en la ascensión al Naranjo de Bulnes.
El Naranjo, o el Picu Urriellu, fue ascendido por primera vez en 1904 por Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, y el pastor Gregorio Pérez, más conocido como ‘El Cainejo’, y aunque dos nietas de este pastor también subieron a la cima del emblemático pico cuando eran unas niñas, nunca lo había intentado una verdadera mujer, una dama que además estaba embarazada, porque Carmina, sin saberlo, ya estaba en cinta de su primera hija, Carmen.
La ascensión
La ascensión se realizó con alpargatas de esparto, abrigos impermeabilizados con aceite de linaza, unas pesadas cuerdas de cáñamo y sin arneses. Subieron por la cara sur, “la directísima”, y cuando alcanzó la cumbre, Carmina sintió una sensación agridulce al mezclar la emoción de la gesta y el placer de contemplar una visión única de la cordillera, con el temor de no saber cómo iba a ser capaz de bajar desde aquella altura tan solemne. Pero Carmina demostró ser una campeona.
La tragedia en los Alpes
Fueron muchas excursiones por los Picos de Europa y los Pirineos, pero Carmina también salió de España para enfrentarse a los Alpes. Allí, en 1953, viviría sus peores recuerdos cuando perdió a cuatro compañeros durante la ascensión al Mont-Blanc. La prudencia y el conocimiento de Julio fueron claves para evitar que la desgracia les afectara. Los cuatro miembros de la expedición murieron congelados al no hacer caso de los consejos de Julio de retrasar la salida de Chamonix por las previsiones de mal tiempo. Ugarteche, Yanke, Peciña, Bacigalupe y Besga, impetuosos e inexpertos, salieron de Vallot (4.758 metros), el último refugio de aproximación, para atacar el tramo final de la cima. Fue una decisión fatal. La borrasca sorprendió a los montañeros y desaparecieron. Julio y Carmina llegaron días después a Vallot y allí se encontraron con Besga, que se salvó al regresar al refugio porque se le olvidaron los guantes.
Carmina, pionera del montañismo en Cantabria, primera mujer federada en ascender el Naranjo y socia de honor del Tajamar, falleció hace unos meses tras una larga vida donde pudo conocer a sus once nietos y doce bisnietos. En el libro de Fermín Sánchez, conservo un sello de su exlibris donde destaca una montaña, en cuya cumbre se eleva la frase: “En lo alto, la luz”. Es como si se hubiera inspirado en la ‘Oda al Deporte’ que el Barón de Coubertin escribió para el concurso literario de los Juegos Olímpicos de 1912: “Y sobre la cima de los montes, se ha posado un resplandor de aurora, y rayos de luz han iluminado el oscuro arbolado”. Seguro que es el resplandor de Carmina, la dama del Naranjo de Bulnes.
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