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Raúl Gómez Samperio. Historias deportivas de antaño que producen emociones y destacan los grandes valores humanos
martes, 10 de agosto de 2021
El oro olímpico de un alquimista
sábado, 7 de agosto de 2021
El pasiego de la primera medalla
En los Salesianos de Zaragoza nadie imagina cuál es la meta del delantero centro del equipo de fútbol. Es un chaval interno con aires rurales que pone empeño en cada partido, corriendo de arriba abajo sin descanso. Dicen que viene de un valle recóndito de las montañas de Cantabria, donde cuidaba vacas, subía y bajaba agua y leña por las cabañas y cuatro veces al día trotaba por los más de tres kilómetros que separaban su casa de la escuela. Con la sangre paterna de la Vega de Pas y la materna de Sampedro, aquel chaval de 14 años decía con orgullo que era pasiego. Y aunque corría mucho, nadie pensaba que su origen le pudiera convertir en un gran futbolista. Tampoco hubo ocasión de demostrar lo contrario, porque en el camino de aquel hipotético destino de José Manuel Abascal (Alceda, 1958) se cruzó un profesor de Tecnología, D. Jenaro Bujeda, que como responsable del equipo de atletismo, andaba desesperado por el colegio buscando al último integrante del equipo para participar en un cross. “¿Cuántos metros dice que hay que correr?”, preguntaba aquel joven futbolista al que casi le da un patatús al oír la cifra de tres mil. No se creía capaz de aguantar tanto, pero aquel profesor daba la asignatura más hueso del curso y decir que sí podía ayudarle a aprobarla.
La primera carrera
Aquello de ‘veni, vidi, vici’ no fue exclusivo de Julio César. También José Manuel Abascal llegó, vio y venció. Calzando unas viejas botas de fútbol ganó la prueba. Pero fue en la siguiente carrera cuando José Manuel se enganchó al atletismo. Todo por un trofeo que despertaría su talento y su avidez de victorias. Y no desaprovechó las oportunidades. Fue elegido para una concentración en La Toja y más tarde la Federación Española de Atletismo le proporcionó una beca en la Residencia Blume de Barcelona. Allí se puso en manos del preparador, Gregorio Rojo, y comenzó su feliz trayectoria.
Primeros éxitos
Fue campeón de Europa junior de 3.000 metros (1977), campeón de España y primer español en correr los 1.500 por debajo de 3:40. En esta misma prueba logró la plata en el Campeonato de Europa de pista cubierta y el oro en el Europeo al aire libre (1982). Al año siguiente repitió plata en la pista cubierta, consiguió el bronce en los Juegos del Mediterráneo y el oro en el Campeonato Iberoamericano. Sin saberlo, él ya había experimentado el entrenamiento de altura por las montañas del Pas cuando era un niño, pero su entrenador comenzó a aplicarlo en su preparación para los Juegos de Moscú. Abascal aumentó su resistencia en entornos con poco oxígeno en altitudes de México y los Alpes suizos. Luego pasaría largos días concentrado en los Picos de Europa pensando en los Juegos de Los Ángeles (1984).
En Los Ángeles
Era prácticamente imposible luchar por las medallas. En los 1.500 se imponía el imperio británico de Sebastián Coe, Steve Cram y Steve Ovett. En la primera ronda, Coe fue segundo en la segunda serie (3.45.30), Ovett ganó la tercera (3.49.23) y Cram la sexta (3.40.33). Pero el tiempo más rápido fue el del cántabro (3.37.68). Buena señal. Las semifinales se celebraron al día siguiente. Abascal ganó la primera con una excelente marca (3.35.70), por delante del norteamericano Scott (3.35.71), de Coe (3.35.81) y del keniata Joseph Chesire (3.35.83). En la segunda semifinal se impuso Cram (3.36.30).
La gran final
La final, sin jornada de descanso, se corrió el 11 de agosto. Los doce corredores formaron un abierto semicírculo para tomar la salida. Abascal, el cuarto más pegado al interior, era el más agachado, como si estuviera concentrado ante una prueba de velocidad. Había llegado a Los Ángeles para entrar en la final, lo había conseguido y estaba dispuesto a dejarse la piel en cada metro. Y así fue.
El pistoletazo de salida despertó un ritmo lento, como temeroso y vigilante, hasta que pasada la primera vuelta el norteamericano Scott se puso en primera posición. Sabiendo de la velocidad final de los británicos, a Abascal le convenía un ritmo más rápido y rompedor, así que el pasiego tomó la cabeza a unos 600 metros de la meta estirando la carrera. Cuando sonó la campana de la última vuelta, Coe, Cram y Ovett eran los perseguidores del cántabro que mantenía un intenso ritmo. Ovett no lo resistió y abandonó. A falta de 300 metros Abascal seguía en primera posición. Cram intentó pasarle, pero Coe se adelantó y ambos superaron a Abascal. En los últimos metros, el ataque del cántabro se convirtió en una defensa numantina de su posición porque Joseph Chesire venía pisándole los talones. Parecía que huía, pero no estaba huyendo. En realidad, José Manuel Abascal miraba anhelante cómo la meta se iba engrandeciendo, cada vez más cercana, para entrar en la historia del atletismo español consiguiendo la primera medalla olímpica en pista. Y nadie fue capaz de arrebatársela a un pasiego.
lunes, 24 de mayo de 2021
¿Quién cegó a Pepe Ungidos?
Bailan enfrentados, con los puños enguantados cerca de sus caras. La música es el murmullo del público, con gritos de crítica o exaltación que salpican el ambiente cargado de humo de tabaco. El réferi revolotea cerca con pequeños saltos, como si quisiera participar en el baile. Unas veces se aparta con agilidad felina y otras se implica decidido a advertir o a separar a los púgiles. Los brazos se disparan como proyectiles hacia los rostros, mientras los cuerpos se balancean violentamente para evitar los golpes. Es difícil que alguno de ellos supere la defensa y el constante movimiento y llegue plenamente cargado hasta el rival. Es difícil, pero aquel día ocurrió. Pepe Ungidos no pudo esquivarlo.
Peleón en la escuela
Su estancia en París
El salto al profesionalismo
Su victoria agridulce
La muerte de Davey Moore
La canción de Bob Dylan
domingo, 18 de abril de 2021
Mercedes Ateca, la primera campeona ciclista
El zumbido de las cadenas de las bicicletas sonaba por los Campos Eliseos de París. El público ya esperaba la llegada de los corredores en la última etapa del Tour de Francia. Pero aquellas bicicletas no eran las de los famosos que día a día eran perseguidos por los reporteros para informar del acontecimiento deportivo. Eran las bicicletas de unas corredoras que, a modo de teloneras, aliviaban la espera de los madrugadores que buscaban el mejor acomodo para ver a sus ídolos.
La estancia en Francia
El primer Mundial
El primer campeonato de España femenino
sábado, 20 de febrero de 2021
Los malditos postes cuadrados
Dicen que son tan neutrales como los árbitros, aunque en sus rebotes se esconda una misteriosa intención. Son madera de árboles muertos, pero se levantan en el campo como monumentos vivos de la obsesión. Los postes de las porterías del estadio de Wankdorf de Berna también tenían vida, sobre todo aquel 31 de mayo de 1961, en plena final de la Copa de Europa. Sus aristas fueron aliadas del guardameta portugués, Costa Pereira, y arruinaron la ilusión de un entrenador cántabro que estuvo a punto de entrar majestuoso en la historia del C. F. Barcelona. Pero el potente disparo de Kubala se estrelló en el palo derecho, recorrió la línea de gol, pegó en el poste izquierdo y, manso como un perrito faldero, fue a parar a las manos de una cruel derrota.
Quién lo iba a decir cuando empezó a dar las primeras patadas al balón. Enrique Orizaola Velázquez (Santander, 1922-2013) se había encontrado por fin con esa oportunidad que esperan todos los entrenadores de fútbol. El 12 de enero de 1961 fue presentado oficialmente como responsable técnico del C. F. Barcelona, sustituyendo al serbio Ljubisa Brocic que había dimitido por los malos resultados. Orizaola, tras ser jugador y entrenador de varios equipos en Cantabria, entre ellos el Racing, continuó mostrando su eficacia en el Real Jaén (1958-59) y el Real Murcia (1959-60). Desde el conjunto murciano, el C. F. Barcelona pudo comprobar la seriedad de su sistema de trabajo cuando ambos equipos se enfrentaron en la Copa del Generalísimo.
Entrenador del Barcelona
El club catalán le contrató como segundo entrenador de Ljubisa Brocic, a quien ayudó a obtener el título nacional que se le exigía en España. Y pocos meses después de la dimisión de Brocic, el santanderino había llegado a la final soñada del barcelonismo. El equipo no estaba haciendo una buena temporada, pero en la Copa de Europa las cosas eran diferentes. Ya con Orizaola en el banquillo, el Barça eliminó por primera vez al rey absoluto de la competición, el Real Madrid, que había ganado las cinco primeras ediciones y seguía amenazando con la supremacía total en la competición. En los cuartos de final, el checoslovaco Spartak Hradec de Kralove no fue rival para los catalanes. Otra cosa serían las semifinales contra el Hamburgo, donde destacaba el célebre Uwe Seeler. Ante la igualdad de ambos equipos, hubo que jugar un tercer partido que se disputaría en Bruselas y que terminaría con la victoria azulgrana, gracias a un valiente cabezazo del brasileño Evaristo.
La primera final de la Copa de Europa
Con aquella emoción, el Barcelona, se había clasificado para su primera final en la Copa de Europa que jugaría contra el Benfica. Era la final de las tres bes (Barcelona, Benfica y Berna), según titulaba Carlos Bribián en su crónica del ‘Kölnische Rundschau’. Sus jugadores saltaron al estadio de Wankdorf con bastante optimismo y motivación, aunque dos de ellos se mostraban recelosos de sus porterías de postes cuadrados. Eran los húngaros Kocsis y Czibor, que siete años antes habían jugado en el mismo lugar la final del Mundial que Alemania ganó a Hungría, y en donde los postes repelieron dos disparos de la selección magiar. Desde los primeros minutos, el equipo español se mostró superior. En el minuto 20, Luis Suárez, que había sido Balón de Oro en su última edición, lanzó un centro medido a Kocsis que cabeceó para establecer el uno a cero. Pero diez minutos después, dos fallos de Ramallets dieron la vuelta al marcador, con uno de los goles “fantasma” que se dio por bueno cuando el balón botó en la misma línea de meta.
La aciaga segunda parte
En la segunda parte, el Barcelona mejoró su juego y presionó la portería rival, pero en un contraataque, los portugueses anotaron el tres a uno. Aún quedaba más de media hora de partido, y el conjunto español reaccionó en un alarde de bravura y juego brillante con constantes oportunidades. En una de ellas, Kocsis remató de cabeza a puerta vacía y el balón se estrelló en el palo. Tres minutos después, Kubala disparó desde la frontal del área y el balón pegó en el palo derecho, luego en el izquierdo y volvió al campo. A 15 minutos del final, llegaría el segundo gol del Barcelona, anotado por Czibor. El Barça siguió con su trepidante ritmo de acoso, con aglomeración de defensores, saturación de saques de esquina y paradas excepcionales del portero luso. En una de las últimas ocasiones, Czibor estrelló otro balón en el palo para la desesperación del húngaro que al final del partido rompió a llorar con Kocsis maldiciendo la derrota y aquellas porterías. Ninguno de ellos creyó nunca que aquellos postes cuadrados eran tan neutrales como los árbitros. Lo sabían. Tenían vida, odiaban a los húngaros.
Adiós a los postes cuadrados
Después del partido, los dirigentes de la UEFA solían organizar una cena con los jugadores de los equipos finalistas, y durante la velada, Enrique Orizaola expuso ante los representantes federativos la conveniencia de que los postes fueran redondos, no sólo porque entonces el Barcelona hubiera ganado la final, sino también por la seguridad de los jugadores que corrían el riesgo de chocarse con las aristas. Mes y medio después, la UEFA hizo caso a Orizaola y prohibió los postes cuadrados que en aquella final arruinaron la ilusión de un entrenador cántabro que estuvo a punto de entrar majestuoso en la historia del C. F. Barcelona.
sábado, 30 de enero de 2021
Dos racinguistas tras el balón exiliado
No fue como el de los millares de familias que tuvieron que huir del régimen franquista tras la guerra del 36, pero en las dos experiencias más importantes del exilio futbolístico en la guerra civil participaron dos jugadores vinculados al Racing que fueron internacionales vistiendo la camiseta del club cántabro.
Ellos fueron Enrique Larrínaga Esnal (Sestao, 1910- México, 1993) y Fernando García Lorenzo (El Astillero, 1912- Santander, 1990). Ambos terminaron su última temporada antes del conflicto bélico en las filas del Racing, pero poco después, Larrínaga formó parte de la selección de Euskadi que jugó en varios países europeos y americanos entre abril de 1937 y junio de 1939, mientras que García, fichado por el Barcelona, se incorporó a la gira que este equipo realizó por México y Nueva York entre junio y septiembre de 1937. Ambos acabaron sus vidas deportivas en México.
Larrínaga y la selección de Euskadi
No hay noticias sobre las tendencias o compromisos ideológicos de Larrínaga, a parte de su amor por su tierra vasca, aunque sí participó en varios partidos de fútbol de carácter benéfico organizados por agrupaciones políticas, probablemente aprovechando su fama y calidad como deportista. Dentro de la tendencia de utilizar los partidos de fútbol para recaudar fondos, en marzo de 1937 formó parte del equipo de Euzko Gudarostia (Ejército Vasco), vinculado al Partido Nacionalista Vasco y más tarde lo hizo con la selección vizcaína que se enfrentó a la guipuzcoana.
Al crear la selección de Euskadi para disponer de fondos destinados al mantenimiento de los niños enviados al exilio, se contó con Larrínaga para emprender una gira por varias ciudades europeas. El primer partido que se organizó fue contra el Racing Club de París, y tras varios partidos en Francia y otros países llegarían a Moscú donde fueron recibidos como héroes. Ante la prohibición de las autoridades francesas de mantenerse en el país sin la carta de refugiados, en septiembre de 1937 unos pocos regresaron a España y la mayoría, entre los que se encontraba Larrínaga, emprendió viaje a América, jugando varios partidos en México, Cuba y Chile. Finalmente se quedaron en México donde disolvieron la selección en 1939 formando el equipo de Euzkadi con el que compitieron en la Liga mexicana.
Fernando García, con la gira del Barcelona
En Mexico
Por su parte, Larrínaga, tras una breve estancia en el Euzkadi, fichó por el Asturias, club con el que ganaría nada más llegar la Liga y Copa de México, coincidiendo con Fernando García. Con este mismo equipo, Larrínaga también conquistó la Copa de México de 1941. Avanzado este último año, firmó por el que sería último club de su carrera, el Real España, club que con la incorporación de Fernando García para la temporada 1944-45, obtendría el título de Liga.
miércoles, 13 de enero de 2021
El prisionero inglés que impulsó el fútbol
El 6 de abril de 1921, vestido con traje azul, guantes blancos, sombrero hongo y fumando en pipa, llegaría a Santander Frederick Beaconsfield Pentland, más conocido como Mr. Pentland. El hombre que popularizó al ‘míster’ como sinónimo de entrenador de fútbol fue el primer técnico serio y con conocimientos que tuvo el Racing y quizás el primero de esas características que llegó a España.
Se sabe que su labor y sus métodos convirtieron al Racing en un equipo de verdadera entidad, pero es menos conocida la impactante experiencia que antes de llegar a Cantabria desarrolló durante los cuatro años que estuvo prisionero en un campo de concentración alemán con motivo de la I Guerra Mundial.
El periodista Jon Rivas, en su biografía sobre Pentland titulada ‘El prisionero de Ruhleben’, profundiza en aquella etapa. Tras abandonar el fútbol profesional debido a una lesión, Pentland comenzó a entrenar al Halifax Town F. C., el equipo donde había sido jugador, y enseguida recibió una tentadora oferta para dirigir a la selección alemana de fútbol con vistas a prepararla para los Juegos Olímpicos de Berlín previstos para 1916. Pero un mes después de su llegada en 1914 se produjo el atentado de Sarajevo y Gran Bretaña entró en guerra contra Alemania.
Un hipódromo, campo de concentración
Cientos de británicos que se encontraban en el país comenzaron a ser apresados y conducidos al hipódromo de Ruhleben, a unos diez kilómetros de Berlín, donde se improvisó un campo de concentración que llegó a contar con 4.000 hombres. El hipódromo tenía una superficie de diez hectáreas, once establos donde se alojaron los prisioneros, un edificio administrativo, un restaurante, un ‘Tea-House’, tres gradas y una larga pista de carreras cuya zona central era perfecta para jugar al fútbol, pero que no era accesible a los reclusos.
Fue el empeño de Pentland y de otros compañeros que habían sido futbolistas, los que por fin consiguieron el permiso para jugar en marzo de 1915. Entonces los ingleses crearon la ‘Ruhleben Football Association’ para organizar equipos y campeonatos, asociación que tuvo como presidente al mismo Pentland y cuyo primer balance daría lugar a la creación de dos divisiones con catorce clubes en cada una de ellas y una competición de Copa. El trabajo realizado por Fred Pentland fue digno de elogio. Elevó la moral de sus compatriotas gracias a una excelente organización deportiva que mantuvo la actividad, la forma física de 453 jugadores y el interés de unos hombres que se salvaron de la desesperación a la que suele conducir el ocio del confinamiento.
Otra forma de elevar la moral fue la creación de una revista del campo donde Pentland comenzaría su costumbre de escribir artículos periodísticos, costumbre que continuaría en Santander y en otras localidades, donde ejercería como entrenador, y en donde expondría sus ideas, siempre con un propósito didáctico.
Amberes, Pagaza y el Racing
Tras acabar la guerra, Mr. Pentland regresó a Inglaterra en enero de 1919 y pronto fue reclamado para dirigir a la selección nacional de Francia con vistas a los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. Allí conoció al racinguista Pagaza que le animó a que fichara por el Racing, abriéndole el camino para venir a España.
Después de entrenar al Racing lo hizo en el Athletic Club (1922-25), el Athletic madrileño (1925-26), el Oviedo (1926-27), el Arenas de Guecho (1927-28) y de nuevo al Athletic madrileño (1928-29 y 1933-35) y el bilbaíno (1929-33), donde consiguió los mayores éxitos: dos Ligas y cinco Copas. También en 1929 fue el seleccionador del equipo español que ganó a Inglaterra en su primera derrota por una selección no británica y dirigió en 1930 a la selección española en un par de partidos por encargo del seleccionador, José María Mateos.
El fin de una etapa
Las tensiones laborales, políticas, actos terroristas y asesinatos que se vivían en los estertores de la II República, le animarían a regresar a su patria en junio de 1936 desde el puerto de Santander, embarcando en el ‘Iberia’ con destino a Southampton en compañía de su esposa Nahneen Yvonne y su hija Ángela.
A veces la buena suerte se disfraza de fatalidad. Permanecer cuatro años en una prisión alemana no fue un infortunio. El mismo Pentland reconocería que si no hubiera sido por la lesión que le convirtió en entrenador y que le llevó a Alemania, quizá se hubiera encontrado entre los millones de hombres que murieron en la Gran Guerra. Bendita lesión para Pentland, para el Racing y para el fútbol.
domingo, 3 de enero de 2021
El partido más largo
Formación del Laredo en el partido contra el Guecho. De izquierda a derecha, José Luis, Ignacio, Nando Laya, Susi, Amavisca y Cano Llata. Agachados, Varona, Docal, Javi Laya, Santos y Sito. |