Amavisca |
Vicente Miera (Santander, 1939) decidió en los años setenta dedicarse a entrenar y tras hacerlo en varios clubes, fue nombrado ayudante del seleccionador, Miguel Muñoz, asistiéndole en el Campeonato de Europa de 1984 y en el Mundial de 1986. Fue su primer contacto como técnico de la selección y el 24 de mayo de 1991 sucedió a Luis Suárez al frente del equipo nacional. No tuvo suerte el de Nueva Montaña porque la selección no consiguió clasificarse para la Eurocopa del 92 y fue sustituido por Javier Clemente. Como Miera tenía contrato en vigor, Villar le designó seleccionador olímpico.
'La quinta del Cobi
Con las buenas vibraciones de haber perdido sólo un encuentro de preparación, aquel grupo de jóvenes futbolistas, que sería conocido como “la quinta del Cobi”, se concentró en Cervera de Pisuerga antes de viajar a Valencia, donde disputaría la fase de grupos. Miera se llevó a 20 jugadores, entre ellos al cántabro José Emilio Amavisca y a otros dos que años después serían jugadores del Racing: Billabona y Manjarín.
Colombia fue el primer rival de España, y aunque los americanos eran uno de los favoritos, cayeron con goleada a cargo de Guardiola, Quico (2) y Berges. Luego le tocó el turno a Egipto, que también perdió con tantos de Solozábal y Soler, asegurándose el pase a los cuartos de final, y finalmente derrotó a Qatar con dos golazos de Alfonso.
En los cuartos de final, y como campeón de grupo, España se enfrentó a Italia en un partido muy igualado que desequilibró el gol de Quico, y en las semifinales, el rival fue Ghana, que recibió los goles de Guardiola y de Berges.
La gran final
Miera nombraría en la final de Barcelona a los elegidos: Toni; López, Abelardo, Solozábal, Ferrer; Guardiola, Quico, Berges, Lasa; Luis Enrique y Alfonso. Todo iba bien, hasta que en el minuto 45 de la primera parte, López no pudo controlar el balón y Kowalczyk se aprovechó para marcar el 0-1. Era el primer gol que la selección recibía en toda la competición, un gol que además del error se anotaba en el noqueador minuto que te invita a regresar al vestuario con la cara de tonto. Fue un mazazo.
En la segunda parte, Vicente Miera quiso despertar a sus hombres y lo hizo con una sustitución providencial. Llamó a José Emilio Amavisca para entrar por Lasa y dar vida a las bandas. El empate vino como consecuencia de una falta sobre el laredano que culminó un remate de cabeza de Abelardo. Seis minutos más tarde, con Amavisca dando más movilidad al ataque, Quico le robó la cartera al central y puso por delante a España, hasta que una distracción defensiva proporcionó a Polonia las tablas por medio de Staniek.
La prórroga daría más épica a aquella final, pero antes Ferrer tenía que sacar el córner. Su lanzamiento lo intentó rematar Quico, distanciado del primer palo de la portería, pero se cayó y no pudo tocar el balón que se dirigió a la media luna del área donde estaba Luis Enrique. El asturiano sacó un trallazo con la izquierda que rebotó en un defensor polaco. Entre la nube de jugadores que había en el área, el balón le llegó a Quico que acababa de levantarse, recibiéndolo con su izquierda y rematándolo con la derecha a la red para abortar la prórroga.
El mérito del fútbol español despertó aquel día de la hazaña de Amberes. Cuando Amavisca saltó al campo, Miera no le dijo nada de que arrollara a los polacos, como Belauste, pero el que años después sería jugador del Racing hizo alquimia convirtiendo en oro la plata desgastada de una furia a la que ya no haría falta recurrir.
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