El zumbido de las cadenas de las bicicletas sonaba por los Campos Eliseos de París. El público ya esperaba la llegada de los corredores en la última etapa del Tour de Francia. Pero aquellas bicicletas no eran las de los famosos que día a día eran perseguidos por los reporteros para informar del acontecimiento deportivo. Eran las bicicletas de unas corredoras que, a modo de teloneras, aliviaban la espera de los madrugadores que buscaban el mejor acomodo para ver a sus ídolos.
Raúl Gómez Samperio. Historias deportivas de antaño que producen emociones y destacan los grandes valores humanos
domingo, 18 de abril de 2021
Mercedes Ateca, la primera campeona ciclista
El zumbido de las cadenas de las bicicletas sonaba por los Campos Eliseos de París. El público ya esperaba la llegada de los corredores en la última etapa del Tour de Francia. Pero aquellas bicicletas no eran las de los famosos que día a día eran perseguidos por los reporteros para informar del acontecimiento deportivo. Eran las bicicletas de unas corredoras que, a modo de teloneras, aliviaban la espera de los madrugadores que buscaban el mejor acomodo para ver a sus ídolos.
miércoles, 8 de julio de 2020
El primer triunfo de Vicente Trueba, ensombrecido por la muerte en carrera de su rival
Vicente Trueba escalando un puerto de montaña |
Dicen que comenzamos a morir en el mismo momento en que nacemos y que la vida, como un testigo en una carrera de relevos, es la prenda que los que terminan el trayecto entregan a quienes lo inician. Así se continúa construyendo el sueño conjunto de la inmortalidad, recorriendo distancias, cuesta arriba y cuesta abajo, hacia la meta de la esperanza.
El Gran Premio Gorordo
También la vida y la muerte se dieron cita, cuesta arriba y cuesta abajo, en aquella carrera ciclista de 1925 que se celebró el 16 de agosto, festividad de San Roque, subiendo y bajando el puerto de la Braguía (Cantabria). Era la II Copa Directivos que ponía en liza el Gran Premio Gorordo. El recorrido Santander-Ontaneda-Vega de Pas-Sarón-Santander atravesaba como punto más determinante el puerto de La Braguía, separador de los valles del Pas y del Pisueña. Hacía un calor sofocante y entre los corredores, escoltados por sus respectivos hermanos, eran favoritos José Sierra, ya consagrado con varias victorias, y Vicente Trueba, joven y principiante que había demostrado unas cualidades excepcionales sobre la bicicleta.
La lucha y la caída
La cabeza del pelotón y la iniciativa de la lucha la llevaban Pepe Sierra y Vicente Trueba. Remontó Pepe el alto del Cerro del Establo y se lanzó por la Braguía en busca de Vicentuco, que le había desbordado subiendo la cúspide. Trueba, menudo y dotado de un poder extraordinario para trepar por las montañas, fue pegado a la rueda de Pepe que cedió en el último tramo, escapándose Vicente. Y Pepe quiso alcanzarle y en el mismo alto, materialmente agotado, sin un momento de reposo, se tiró cuesta abajo y pasados unos metros cayó al suelo.
Nunca se supo lo que le pudo ocurrir. Hubo quienes dijeron que un vehículo le estorbó produciéndole la caída. Otros le echaron la culpa al tubular que al salirse le hizo perder el control y, finalmente, la versión más extendida fue que el calor y el esfuerzo para responder al ritmo de Vicente Trueba fueron la causa de su desfallecimiento. Le llevaron a Selaya con urgencia, pero todo fue inútil. Los médicos diagnosticaron que murió por “congestión cerebral” a las ocho de la tarde, arropado por la compañía de sus padres.
Vicente Trueba no supo de la caída de su perseguidor hasta que entró en la meta, cuando se proclamó ganador de su primera carrera, una victoria que con la sombra de aquella desgracia, deslució el hecho de que el de Sierrapando había derrotado a todos los corredores profesionales, cuando él aún no lo era.
El dinero del campeón para el sepelio
Aquel domingo, festividad de San Roque, el puerto de la Braguía fue testigo de la trágica carga de dualidad que conserva la existencia, porque la victoria de Trueba supuso el nacimiento de una brillante trayectoria deportiva que se encendió sobre la seca madera del infortunio. Al llegar a la meta de Santander, en la Alameda de Oviedo, el sonido de la gloria envolvió al ganador, mientras que el canto fúnebre de un responso lo hacía en torno a la figura de Sierra en el cementerio de Selaya. En las memorias de Vicente Trueba que me ha hecho llegar mi amigo Armando González, el propio corredor nos confiesa el noble detalle de que con parte del dinero de aquella su primera victoria, ayudaría a sufragar los gastos del entierro de su rival.
Dicen que comenzamos a morir en el mismo momento en que nacemos y que la vida, como un testigo en una carrera de relevos, es la prenda que los que terminan el trayecto entregan a quienes lo inician. José Sierra y Vicente Trueba se intercambiaron su esfuerzo y su espíritu deportivo para seguir construyendo el sueño conjunto de la inmortalidad, recorriendo distancias, cuesta arriba y cuesta abajo, hacia la meta de la esperanza, pasando por la Braguía.
sábado, 9 de septiembre de 2017
La pierna heroica de un ciclista
La amputación
Patriota y fanático
Símbolo nacional
miércoles, 12 de julio de 2017
Carmen Trueba, el pedalear que ensombreció a la hombría
Una mujer subiendo El Escudo
El ejemplo de sus hermanos
miércoles, 7 de diciembre de 2016
El primer cántabro en el Tour de Francia
Cipriano Elis |
Hijo de emigrantes
Embestido por un vehículo
sábado, 20 de agosto de 2016
Clemente López Dóriga, la luz de la Vuelta Ciclista a España
Clemente López Dóriga (izquierda) y el ciclista Fermín Trueba |
Excelente organizador
sábado, 30 de julio de 2016
Los diez minutos de hazaña de González Linares
González Linares durante su brillante contrarreloj de Forest |
La frustración
Y se puso a volar
viernes, 22 de julio de 2016
Victorino Otero y el maldito caballo
Los primeros españoles en acabar el Tour
El desastre de la última etapa
lunes, 11 de julio de 2016
Pérez Francés, el coraje del Tour
Arisco y poco sociable
Su entrada en Barcelona
El ciclista que rompió el Tour de Francia
‘Jabato’, el personaje de la novela de García Sánchez, reconocía que “la Croix de Fer te destroza los pulmones, el Galibier te come la moral y el Alpe d’Huez te rompe en pedazos”. Pero ningún puerto de montaña fue capaz de destrozar los pulmones, comer la moral y romper el pedaleo de Vicente Trueba. Lástima de las bajadas, donde perdía parte de sus rentas, ya que el punto débil de este gran corredor fue su poco peso, y acaso la falta de pericia en los descensos a tumba abierta.