Peru Zaballa |
En el estadio Santiago Bernabéu, los setenta mil espectadores se han quedado mudos. Las sensaciones que han acumulado en unos segundos son nuevas para los aficionados que allí han acudido para ver el partido liguero contra el Club Deportivo Sabadell. Como una sola persona, han abucheado al árbitro cuando no se ha atrevido a pitar un penalti sobre Amancio, y han lamentado los dos disparos a la madera de un Fleitas poco afortunado en su puntería. Pero ahora, también como una sola persona, se han quedado sin palabras para responder a la escena que acaban de contemplar. Algunos se han frotado los ojos para comprobar si aquello ha sido un efecto óptico de las luces del campo recién encendidas.
Corre el calendario de 1969 y Peru Zaballa, ex jugador del Racing y del C. F. Barcelona, ya tiene 31 años. Le habían apodado ‘el Zorro de Dublín’ durante las eliminatorias de la Eurocopa de 1964, cuando marcó los dos goles que dieron la victoria a la selección española en el Dalymount Park de la capital irlandesa. Fue una victoria que colaboró para que la selección española llegara a la final, ganando a la U.R.S.S. (Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas) con el famoso gol de Marcelino. Ya han pasado algunos años. Ahora, algo más lento, y vestido con la camiseta del C. D. Sabadell, todavía tiene algo que enseñar. Ha lanzado con maestría una falta sobre la barrera madridista y el balón ha volado sobre el área. En su busca, con la energía que proporciona la decisión, acuden el delantero centro Palau, el defensa Espíldora y el guardameta Junquera. Los tres saltan, encontrándose en el aire, frustrados, porque el azar de sus impulsos ha provocado un choque brutal y un sonido seco que hiela la sangre. El portero ha caído al suelo con la cara ensangrentada. En el lance, la rodilla del defensa ha impactado contra su cara. Andrés Junquera ha quedado conmocionado e inconsciente, mientras que Espíldora grita de dolor. El público se ha impresionado con el choque, y los jugadores más cercanos a la jugada se sienten paralizados. Como si asustada hubiera querido regresar al origen de la jugada, la pelota se ha rendido a los pies de Zaballa ofreciendo el panorama más feliz para un delantero: la puerta vacía. Fue cuando el rumor de las gradas desapareció. Es un gol seguro que va a deshacer el empate a cero. El gesto técnico del jugador no va a fallar. Se ha llenado de la seguridad que atesora la experiencia y su pie acompaña la trayectoria de la pelota como marcan los cánones.
Los setenta mil aficionados del Santiago Bernabéu continúan mudos al contemplar cómo se rompe la cadena de premisas que deduce el lógico desenlace del gol. El toque de Zaballa, enviando la pelota fuera, recuerda que la naturaleza humana está por encima del juego. No ha sido un fallo. Lo demuestra su inmediato interés por los heridos mientras los graderíos rompen el silencio con una estruendosa ovación dedicada al protagonista de la jugada más noble y deportiva que se ha visto nunca en un campo de fútbol.
-No sé si darle un premio o sancionarle -dijo después del partido el señor Rosson, presidente del C. D. Sabadell, que finalmente vio perder a su equipo.
Pero las dudas se disiparon tiempo después. Pedro Zaballa Barquín (Castro Urdiales, 1938-1997) fue premiado por la UNESCO como ejemplo de Juego Limpio (Fair Play). Recibió la distinción en París con la humildad de un gran deportista, afirmando que cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo. Pero yo no estaría tan seguro.