Por fin hemos llegado a Santander. Entramos por la calle Marqués de la Hermida y un semáforo en rojo obliga a descansar al vehículo. A la derecha, contemplo el campo polideportivo que antes era la lonja de pescado (mi madre, pescadera de la Esperanza, decía que “su oficina”), y la imaginación se me va hasta los tiempos en los que no había nacido. Antes de que se encienda la luz verde, hago una pregunta con la seguridad de que mis acompañantes no tienen ni idea: “¿Sabíais que justamente aquí, el Real Madrid jugó un partido oficial? Se me han notado las ganas que tengo de contar una de mis batallitas de fútbol…
Felices años 20
La historia siempre tiene que ver con aquel año mágico del fútbol español, el año de 1920, el año en que la recién creada selección española obtuvo la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes. Fue un éxito que impulsó la práctica del fútbol en toda España, y también en Santander, no en vano, uno de los protagonistas era el racinguista Pagaza. Así que comenzaron a proliferar equipos y más equipos de fútbol. Buscaban recursos económicos con las recaudaciones de rifas, fiestas y cuotas de sus asociados (la mayor parte de ellos, los propios jugadores). Con el dinero, si llegaba, se compraban camisetas, pantalones, botas, medias, espinilleras y balones. Sin poder federarse, lo que requería disponer de un campo cerrado y reglamentario, aquellos equipos tenían como única razón de ser la de disputar partidos, generalmente en los campos de los Arenales, la zona ganada al mar en torno a la hoy Biblioteca Central. Uno de esos equipos era el Eclipse F. C. que se fundó en 1921. Pero el Eclipse tenía algo muy especial en relación al resto.
Desde una fábrica de betunes
Desde su instalación en la cuesta de Canalejas, la fábrica de betunes ‘Societé générale Cirage Français’ mantuvo cierto vanguardismo social con el trato a sus trabajadores. En 1918, por ejemplo, comenzó a dar un mes de sueldo, como prima gratuita, a las obreras que alumbraran un hijo. Otra iniciativa que fue muy celebrada fue el patrocinio de un equipo de fútbol. La idea partió del entusiasmo de Eugenio Otero, hombre “modestísimo, con su traje azul de obrero, con su cariño hacia los muchachos y con su prestigio de empleado modelo” que fue el primer presidente y convenció a los patrones para que financiaran al equipo. Los empresarios, abiertos al deporte como instrumento de provecho para sus operarios, también se convencieron de lo acertada de la idea al beneficiarse comercialmente, ya que el nombre del club iba a ser la marca de uno de los betunes que ponía en venta: Eclipse.
El Eclipse F. C. llegó a inscribirse en la Federación Regional Norte y cuando en 1923 se fundó la Federación Cántabra de Fútbol y se organizó el primer Campeonato Regional, fue uno de los 28 equipos que participó en aquel torneo histórico. Muy pronto comenzó a ser respetado en el panorama futbolístico y en 1924 ascendería a la serie A del Campeonato Regional. El auge que fue obteniendo contribuyó a animar a ‘Cirage français’ a conseguir la concesión de una parcela de Los Arenales donde se acondicionaría un campo de fútbol. Los críticos deportivos lo estaban reclamando, y al fin se inauguró el 11 de octubre de 1925 con un partido que disputaron el Eclipse y la Unión Montañesa, y que por cierto finalizó con empate a dos goles. Y como mandan los cánones, tenía sus porterías fijas, su perímetro acotado por vallas de madera, su modesto vestuario y una pequeña grada.
El Eclipse F. C. llegó a inscribirse en la Federación Regional Norte y cuando en 1923 se fundó la Federación Cántabra de Fútbol y se organizó el primer Campeonato Regional, fue uno de los 28 equipos que participó en aquel torneo histórico. Muy pronto comenzó a ser respetado en el panorama futbolístico y en 1924 ascendería a la serie A del Campeonato Regional. El auge que fue obteniendo contribuyó a animar a ‘Cirage français’ a conseguir la concesión de una parcela de Los Arenales donde se acondicionaría un campo de fútbol. Los críticos deportivos lo estaban reclamando, y al fin se inauguró el 11 de octubre de 1925 con un partido que disputaron el Eclipse y la Unión Montañesa, y que por cierto finalizó con empate a dos goles. Y como mandan los cánones, tenía sus porterías fijas, su perímetro acotado por vallas de madera, su modesto vestuario y una pequeña grada.
Los buenos tiempos de La República
Años más tarde, el Eclipse F. C. se consolidaría como uno de los grandes equipos de la serie A, aunque sin inquietar al Racing que era, con grandes diferencias, el más potente del campeonato. Su procedencia obrera le proporcionaría cierta representatividad como equipo del proletariado, siendo la mayor parte de sus incondicionales trabajadores con aspiraciones republicanas. Y precisamente recién proclamada la II República, el modesto Eclipse F. C. y su fértil campo de Los Arenales tuvieron el bautismo de esplendor recibiendo en partido oficial al Real Madrid, que con el cambio de régimen político había pasado a denominarse Madrid F. C.
Dos goles al legendario Ricardo Zamora
El Racing y el Eclipse, como campeón y subcampeón de Cantabria, respectivamente, tenían el derecho de disputar los dieciseisavos del Campeonato de España, y al Eclipse le tocó en suerte emparejar la eliminatoria contra el Madrid F. C., donde actuaba como guardameta el gran Ricardo Zamora. En el partido de ida, que se disputó en Chamartín el 26 de abril de 1931, los santanderinos perdieron 4-0. El partido de vuelta se jugó en Los Arenales con un campo repleto de espectadores. Fue la tarde del domingo, 3 de mayo. El Eclipse alineó a Crespo, Ayala, Elizalde, Quintana, Vega, Saavedra, Eloy, San Emeterio, Carral, Pérez y Cavada, mientras que el Madrid dispuso a Zamora, Escobal, Quesada, Bonet, Esparza, J. M. Peña, Eugenio, Leoncito, Morera, Cosme y Olaso. El delantero centro del equipo betunero, Nobel Carral, le marcaría dos goles al afamado portero madridista, aunque finalmente el Eclipse volvería a perder, esta vez por el resultado de dos a cinco. No importó la derrota. Los Arenales, que desaparecerían años después para permitir la expansión de la ciudad, habían dejado una brillante estela deportiva en la vida de Santander.
Ya no queda nada de aquel Eclipse, ni de aquella fábrica de betún, ni de aquella heroicidad de marcarle dos goles al gran Ricardo Zamora en los humildes Arenales. Pero cada vez que pase por la calle Marqués de la Hermida y un semáforo en rojo detenga mi entrada en Santander, pienso seguir con mis preguntas para despertar la curiosidad de mis acompañantes: “¿Sabíais que justamente aquí, el Real Madrid jugó un partido oficial?”
Ya no queda nada de aquel Eclipse, ni de aquella fábrica de betún, ni de aquella heroicidad de marcarle dos goles al gran Ricardo Zamora en los humildes Arenales. Pero cada vez que pase por la calle Marqués de la Hermida y un semáforo en rojo detenga mi entrada en Santander, pienso seguir con mis preguntas para despertar la curiosidad de mis acompañantes: “¿Sabíais que justamente aquí, el Real Madrid jugó un partido oficial?”