Formación del Laredo en el partido contra el Guecho. De izquierda a derecha, José Luis, Ignacio, Nando Laya, Susi, Amavisca y Cano Llata. Agachados, Varona, Docal, Javi Laya, Santos y Sito. |
Raúl Gómez Samperio. Historias deportivas de antaño que producen emociones y destacan los grandes valores humanos
domingo, 3 de enero de 2021
El partido más largo
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Pombo y la osadía de la juventud
Era santanderino, nació el 13 de junio de 1916 y se llamaba Pablo Pombo Quintana. Tuvo diez hermanos, de los cuales José Felipe y Jesús también fueron jugadores del Racing, mientras que Casilda fue una gran jugadora de tenis y de golf. Aunque vivió su infancia en la Villa Piquío del Sardinero, marchó a estudiar al colegio La Salle de Santoña, con lo que sus primeros equipos fueron el C. D. Paloma y el Santoña C. F. De este último equipo pasaría en 1933 al Racing por mediación del mismo presidente racinguista, José María de Cossío, emparentado con la familia materna del jugador. Entre la plantilla racinguista enseguida se le apodó ‘El chaval’, por su juventud, y en el primer partido de Liga de la temporada 1933-34, disputado en Sevilla contra el Betis, el entrenador, Mr. Galloway, no dudó en alinearle, presentando a un equipo formado por Miera, Ceballos, Gurruchaga, Hernández, Baragaño, García, Santi, Loredo, Telete, Ruiz y Pombo.
Contra el Betis
El partido se jugó el 5 de noviembre de 1933, cuando Pablo tenía 17 años y 145 días. Los béticos se adelantaron enseguida en el marcador con un gol de Lecue a pase de Unamuno, pero los cántabros no se desanimaron, porque seis minutos después, Pombo robó un balón a la defensa y sorprendió de un certero disparo al meta Urquiaga que estaba fuera de su marco. De esta manera, Pablo Pombo Quintana se convirtió en el jugador más joven en anotar un gol en Primera División, y en la actualidad sigue siendo el goleador racinguista más joven en esa categoría. Pero el gran mérito de Pombo no fue marcar un gol en Primera con 17 años. Su mérito fue que, con esa temprana edad, marcó nada menos que once. El segundo fue al Oviedo; el tercero, al Athletic Club; el cuarto, quinto y sexto, al Español; el séptimo y octavo al Madrid; el noveno y décimo al Barcelona y el undécimo al Valencia.
Un extremo rápido con disparo fácil
Pombo era un extremo muy rápido que podía jugar tanto en la izquierda como en la derecha, con un disparo fácil y muy eficaz. Se mantuvo en el Racing hasta que estalló la guerra civil. Se incorporó al equipo en la reanudación de la Liga (1939-40), pero no terminó la temporada con el club santanderino porque marchó cedido al Sevilla para reforzar al conjunto andaluz en la Copa del Generalísimo que por cierto ganaría en 1939, ya que derrotó en la final al Racing de Ferrol. Luego regresó a Santander donde continuó jugando en el Racing hasta 1945. Ese mismo año tuvo que marchar a Cartagena para trabajar en CAMPSA, donde aprovechó para jugar en el Cartagena F. C. (1945-46). También debido a su profesión tuvo que desplazarse esa misma temporada a Jerez de la Frontera, fichando por el Xerez y luego el Cádiz (1946-49), para volver a Jerez formando parte del entonces Jerez C. D. (1949-54), club donde pasaría a la historia por marcar cinco goles en un mismo partido al Betis el 8 de octubre de 1950.
Pombo fijó su residencia en Ciudad Real, donde continuó trabajando en CAMPSA como jefe de la agencia comercial de la empresa. En esa ciudad falleció el 13 de enero de 2001. Con el Racing jugó un total de 164 partidos oficiales, marcando 67 goles, de los cuales 17 los anotó sin haber cumplido los 18 años (los once de Liga ya comentados, más dos de Copa y cuatro del campeonato regional). Sin duda toda una indecorosa osadía de juventud goleadora.
lunes, 26 de octubre de 2020
Santi Zubieta, el último de los primeros
El inicio de la Liga
El 12 de febrero de 1929 fue uno de los once históricos jugadores que debutaron en el campeonato liguero de la máxima categoría, con derrota en los Campos de Sport contra el que sería primer campeón, el F. C. Barcelona (0-2). O’Connell alinearía aquella tarde a Raba, Santiuste, Rufino Gacituaga, Torón, Baragaño, Larrinoa, Santi, Loredo, Óscar, Gómez-Acebo y Amós de la Torriente.
En 1931, Santi fue uno de los integrantes que lograron el subcampeonato de Liga y que jugaría el Torneo de la Exposición Colonial de París. Su último partido como racinguista se disputó el 14 de enero de 1934 en el estadio Buenavista de Oviedo. Luego fichó por el Valencia C. F. (1934-36) y con la guerra civil, jugó en el Aviación de Zaragoza, equipo que con el Atlhetic de Madrid formaría el Club Atlético Aviación, donde tuvo como compañeros a los cántabros que serían internacionales, Germán y Aparicio. Tras acabar la guerra, marchó a Cartagena, donde colgó las botas en 1940. Santi, vinculado laboralmente con el cuerpo de Aviación, compaginó su trabajo en el Ministerio del Aire con el de entrenador de las secciones inferiores del Atlético de Madrid y del Real Madrid.
Homenaje
sábado, 3 de octubre de 2020
La dama del Naranjo de Bulnes
La ascensión
La tragedia en los Alpes
sábado, 29 de agosto de 2020
El periodista que hizo una alineación de la selección
Carlos Bribián |
Alineación revolucionaria
Equipo que se enfrentó a la selección alemana |
El mejor partido de España
lunes, 10 de agosto de 2020
El Racing y el escritor José María de Pereda
El empresario
Con la ayuda de la doctora de la UC, Raquel Gutiérrez Sebastián, una de las más importantes especialistas en el estudio de José María de Pereda, hemos sabido que el autor de ‘Peñas Arriba’ y ‘Sotileza’ también fue un diligente emprendedor de los negocios de su familia. Uno de los muchos hermanos de Pereda, el indiano Juan Agapito, sería el hombre clave para reflotar a la familia, gracias al capital aportado como consecuencia de la fortuna que hizo trabajando en los ferrocarriles de La Habana. De esta manera, Agapito se convirtió en el impulsor económico de los Pereda. Cuando José María regresó a Cantabria desde Madrid, sin haber concluido sus estudios militares en el arma de Artillería, y comenzó a escribir y a hacer trabajos en la prensa política, Juan Agapito le encarrilaría en la actividad comercial que sabría compaginar con la literatura.
'La Rosario'
Una de las empresas más importantes de la familia de Pereda fue ‘La Rosario’, de la que José María fue miembro del consejo de administración. Esta empresa, fundada en 1864, tenía sus almacenes en el paseo de Canalejas de Santander y comenzó elaborando las antiguas velas de sebo y de estearina, popularmente conocidas como velas de esperma. También fabricaba barras de jabón de lavar y de cocina. La aparición de la electricidad bajó las ventas de las velas y eso obligó a orientar y ampliar la producción de jabones hacia la higiene personal, extendiendo sus productos al agua de colonia, elixires, dentífricos, polvos de arroz y extractos. En sus viajes a París o a Barcelona, Pereda siempre se preocupó de ver cómo se trabajaba allí en el sector de la perfumería, interesándose por la estrategia de marketing y publicidad y también por las últimas novedades del momento, como las cremas japonesas que eran muy demandadas por las mujeres burguesas de la época.
La caricatura como envoltorio
Ya tras la muerte del novelista y la aparición del Racing en la escena deportiva, las firmas comerciales se dieron cuenta de la popularidad del fútbol. ‘La Rosario’ tenía entonces varios productos comercializados, como el agua de colonia rusa, agua de Kananga para el tocador, pomada de Kananga para las pecas, polvos de arroz extrafinos, vaselina perfumada, un ungüento bronceador llamado ‘Caobo’ y sus famosos jabones, entre ellos los denominados ‘Brisas del Sardinero’ y ‘Aromas de la tierruca’. Para promocionar este último entre los deportistas, los empresarios y descendientes de Pereda decidieron envolver sus jabones con un papel especial donde se incluía la caricatura del once racinguista de 1916 firmada por Leopoldo Huidobro y que es la primera caricatura conocida del equipo. El Racing, que había surgido tres años antes, ya se había convertido en el club más importante de Cantabria. Era el único federado que había en Cantabria, tenía como terreno propio y exclusivo los Campos de Sport, aunque en régimen de alquiler, y había absorbido a los jugadores del Real Santander convirtiéndose en un potente equipo. La promoción de ese jabón le proporcionaría la primera relación en el terreno comercial. Así que en el aroma perfumado de aquel jabón quedaron impregnados los futbolistas Álvarez, De la Torre, Goyena, Zubieta, Sierra, Lavín, Mateo, Zubizarreta, Salinas, Pepe Agüero, Oria y, sobre todo, una vinculación que, aunque indirecta y lejana, relacionó al Racing con el gran José María de Pereda.
martes, 4 de agosto de 2020
Luis Gutiérrez Dosal, el cántabro que engrandeció al fútbol mexicano
Cuando murió, la ciudad se paralizó. Nunca se vio un cortejo fúnebre tan frecuentado ni sentido. Presidente del C. D. Toluca, Luis Gutiérrez Dosal había sido un próspero comerciante, agricultor, industrial y banquero que se convirtió en el hombre clave del progreso de sus conciudadanos, porque no sólo creó riqueza, sino que supo repartirla con generosidad. Así que los jugadores de su equipo no se iban a conformar con rezar una oración antes del partido o atarse un brazalete negro en señal de luto. La muerte de don Luis había sido algo más profundo y doloroso para todos. Y allí, durante uno de los entrenamientos en el histórico estadio de la Bombonera, en ese campo que se compró y remodeló gracias a su vocación de mecenas deportivo, los jugadores reunieron su consternación para conjurarse en dos compromisos: no jugar el primer partido de campeonato como muestra de duelo y regalar a su presidente algo que jamás se había conseguido, quedar entre los tres primeros de la clasificación.
La historia de los cántabros con el Club Deportivo Toluca de México merece un punto y aparte. El astillerense Nando García, el jugador internacional racinguista que recayó en México para la gloria del fútbol de aquel país, fue uno de los grandes entrenadores del conjunto toluqueño. Otra de las aparentes casualidades que une a este club con Cantabria es la creación del equipo santanderino que llevó su nombre, sus camisetas y su escudo durante treinta años y, durante una temporada, por varias ciudades españolas luciendo a sus famosos exinternacionales: Marquitos, Pachín, Mateos, Atienza y Pantaleón.
Natural de Casamaría (Herrerías)
Luis Gutiérrez Dosal, un montañés nacido en los años finales del siglo XIX en Casamaría, pequeña localidad del municipio de Herrerías, emigraría a América, estableciéndose en Toluca, la capital del estado de México, en 1920. La situación económica del país, después de la revolución, no era la más adecuada para la prosperidad, pero se fue abriendo camino. Su primer trabajo fue de despachador en la Compañía Nacional Alcoholera. En 1928 emprendió sus primeros negocios con un destacado impulso emprendedor y una gran visión. En 1934, al descubrir que los productores lácteos tenían grandes pérdidas por no saber aprovechar el mercado, puso en marcha la primera pasteurizadora de leche de México. En los años cincuenta, cuando la agricultura comenzó a pasar de manos de terratenientes a campesinos, Gutiérrez Dosal potenció el sector consolidando centros de almacenamiento de maíz y garantizando a los campesinos la compra de las cosechas. De esta manera evitó la pérdida de toneladas de alimento y ayudó a establecer un precio de garantía. Esta medida supuso la creación de un ambiente de seguridad y confianza entre los productores al tener asegurado la compra del grano. Además, solicitó a la Secretaría de Hacienda la concesión para crear un fideicomiso bancario para apoyar a los campesinos y ganaderos de la región.
Presidente del C. D. Toluca
No faltaría su decidido apoyo al equipo de Toluca, que tras alcanzar la Segunda División en 1951, logró ascender a la máxima categoría por primera vez en 1953, un hito deportivo muy celebrado que sin embargo ofrecía un panorama incierto, ya que los modestos dirigentes del club no tenían recursos para mantenerse en la categoría. Fue cuando Gutiérrez Dosal se incorporó al club, siendo elegido presidente. Reestructuró la plantilla, remodeló el pequeño estadio dando origen a la famosa Bombonera, logró el primer título al obtener la Copa de México en 1956 y se mantuvo en el cargo hasta su muerte, el día de San Juan de 1959.
Los jugadores del C. D. Toluca cumplieron con la promesa de no jugar el primer partido de campeonato, pero no pudieron ser terceros, ya que se les dio por perdido aquel encuentro y quedaron a un punto del tercer lugar, detrás del Guadalajara, el América y el Atlas. Pero los herederos del equipo no desilusionarían a Gutiérrez Dosal. Desde que éste puso las bases para la creación de un gran club, siempre se mantuvo en Primera y en 1967 conquistó su primer título de Liga.
Nando García acabó su contrato como entrenador del Toluca con la muerte de Gutiérrez Dosal y en ese mismo año, en 1959, las camisetas del club llegaron a Santander para vestir a un nuevo equipo. También llegarían a Cantabria alguno de sus nueve hijos que tuvo con su segunda mujer, Juana Querejeta, y en la iglesia de tradición gótica de Casamaría, dedicada a la Virgen de Loreto, aún se mantiene en alto, junto a un farol que la alumbra, una placa de mármol que recuerda que el templo fue reconstruido en 1948 por Luis Gutiérrez Dosal, el montañés que engrandeció al fútbol de México y que no sólo creó riqueza, sino que supo repartirla con generosidad.
miércoles, 8 de julio de 2020
El primer triunfo de Vicente Trueba, ensombrecido por la muerte en carrera de su rival
Vicente Trueba escalando un puerto de montaña |
Dicen que comenzamos a morir en el mismo momento en que nacemos y que la vida, como un testigo en una carrera de relevos, es la prenda que los que terminan el trayecto entregan a quienes lo inician. Así se continúa construyendo el sueño conjunto de la inmortalidad, recorriendo distancias, cuesta arriba y cuesta abajo, hacia la meta de la esperanza.
El Gran Premio Gorordo
También la vida y la muerte se dieron cita, cuesta arriba y cuesta abajo, en aquella carrera ciclista de 1925 que se celebró el 16 de agosto, festividad de San Roque, subiendo y bajando el puerto de la Braguía (Cantabria). Era la II Copa Directivos que ponía en liza el Gran Premio Gorordo. El recorrido Santander-Ontaneda-Vega de Pas-Sarón-Santander atravesaba como punto más determinante el puerto de La Braguía, separador de los valles del Pas y del Pisueña. Hacía un calor sofocante y entre los corredores, escoltados por sus respectivos hermanos, eran favoritos José Sierra, ya consagrado con varias victorias, y Vicente Trueba, joven y principiante que había demostrado unas cualidades excepcionales sobre la bicicleta.
La lucha y la caída
La cabeza del pelotón y la iniciativa de la lucha la llevaban Pepe Sierra y Vicente Trueba. Remontó Pepe el alto del Cerro del Establo y se lanzó por la Braguía en busca de Vicentuco, que le había desbordado subiendo la cúspide. Trueba, menudo y dotado de un poder extraordinario para trepar por las montañas, fue pegado a la rueda de Pepe que cedió en el último tramo, escapándose Vicente. Y Pepe quiso alcanzarle y en el mismo alto, materialmente agotado, sin un momento de reposo, se tiró cuesta abajo y pasados unos metros cayó al suelo.
Nunca se supo lo que le pudo ocurrir. Hubo quienes dijeron que un vehículo le estorbó produciéndole la caída. Otros le echaron la culpa al tubular que al salirse le hizo perder el control y, finalmente, la versión más extendida fue que el calor y el esfuerzo para responder al ritmo de Vicente Trueba fueron la causa de su desfallecimiento. Le llevaron a Selaya con urgencia, pero todo fue inútil. Los médicos diagnosticaron que murió por “congestión cerebral” a las ocho de la tarde, arropado por la compañía de sus padres.
Vicente Trueba no supo de la caída de su perseguidor hasta que entró en la meta, cuando se proclamó ganador de su primera carrera, una victoria que con la sombra de aquella desgracia, deslució el hecho de que el de Sierrapando había derrotado a todos los corredores profesionales, cuando él aún no lo era.
El dinero del campeón para el sepelio
Aquel domingo, festividad de San Roque, el puerto de la Braguía fue testigo de la trágica carga de dualidad que conserva la existencia, porque la victoria de Trueba supuso el nacimiento de una brillante trayectoria deportiva que se encendió sobre la seca madera del infortunio. Al llegar a la meta de Santander, en la Alameda de Oviedo, el sonido de la gloria envolvió al ganador, mientras que el canto fúnebre de un responso lo hacía en torno a la figura de Sierra en el cementerio de Selaya. En las memorias de Vicente Trueba que me ha hecho llegar mi amigo Armando González, el propio corredor nos confiesa el noble detalle de que con parte del dinero de aquella su primera victoria, ayudaría a sufragar los gastos del entierro de su rival.
Dicen que comenzamos a morir en el mismo momento en que nacemos y que la vida, como un testigo en una carrera de relevos, es la prenda que los que terminan el trayecto entregan a quienes lo inician. José Sierra y Vicente Trueba se intercambiaron su esfuerzo y su espíritu deportivo para seguir construyendo el sueño conjunto de la inmortalidad, recorriendo distancias, cuesta arriba y cuesta abajo, hacia la meta de la esperanza, pasando por la Braguía.