El zumbido de las cadenas de las bicicletas sonaba por los Campos Eliseos de París. El público ya esperaba la llegada de los corredores en la última etapa del Tour de Francia. Pero aquellas bicicletas no eran las de los famosos que día a día eran perseguidos por los reporteros para informar del acontecimiento deportivo. Eran las bicicletas de unas corredoras que, a modo de teloneras, aliviaban la espera de los madrugadores que buscaban el mejor acomodo para ver a sus ídolos.
Raúl Gómez Samperio. Historias deportivas de antaño que producen emociones y destacan los grandes valores humanos
domingo, 18 de abril de 2021
Mercedes Ateca, la primera campeona ciclista
El zumbido de las cadenas de las bicicletas sonaba por los Campos Eliseos de París. El público ya esperaba la llegada de los corredores en la última etapa del Tour de Francia. Pero aquellas bicicletas no eran las de los famosos que día a día eran perseguidos por los reporteros para informar del acontecimiento deportivo. Eran las bicicletas de unas corredoras que, a modo de teloneras, aliviaban la espera de los madrugadores que buscaban el mejor acomodo para ver a sus ídolos.
sábado, 20 de febrero de 2021
Los malditos postes cuadrados
Dicen que son tan neutrales como los árbitros, aunque en sus rebotes se esconda una misteriosa intención. Son madera de árboles muertos, pero se levantan en el campo como monumentos vivos de la obsesión. Los postes de las porterías del estadio de Wankdorf de Berna también tenían vida, sobre todo aquel 31 de mayo de 1961, en plena final de la Copa de Europa. Sus aristas fueron aliadas del guardameta portugués, Costa Pereira, y arruinaron la ilusión de un entrenador cántabro que estuvo a punto de entrar majestuoso en la historia del C. F. Barcelona. Pero el potente disparo de Kubala se estrelló en el palo derecho, recorrió la línea de gol, pegó en el poste izquierdo y, manso como un perrito faldero, fue a parar a las manos de una cruel derrota.
Quién lo iba a decir cuando empezó a dar las primeras patadas al balón. Enrique Orizaola Velázquez (Santander, 1922-2013) se había encontrado por fin con esa oportunidad que esperan todos los entrenadores de fútbol. El 12 de enero de 1961 fue presentado oficialmente como responsable técnico del C. F. Barcelona, sustituyendo al serbio Ljubisa Brocic que había dimitido por los malos resultados. Orizaola, tras ser jugador y entrenador de varios equipos en Cantabria, entre ellos el Racing, continuó mostrando su eficacia en el Real Jaén (1958-59) y el Real Murcia (1959-60). Desde el conjunto murciano, el C. F. Barcelona pudo comprobar la seriedad de su sistema de trabajo cuando ambos equipos se enfrentaron en la Copa del Generalísimo.
Entrenador del Barcelona
El club catalán le contrató como segundo entrenador de Ljubisa Brocic, a quien ayudó a obtener el título nacional que se le exigía en España. Y pocos meses después de la dimisión de Brocic, el santanderino había llegado a la final soñada del barcelonismo. El equipo no estaba haciendo una buena temporada, pero en la Copa de Europa las cosas eran diferentes. Ya con Orizaola en el banquillo, el Barça eliminó por primera vez al rey absoluto de la competición, el Real Madrid, que había ganado las cinco primeras ediciones y seguía amenazando con la supremacía total en la competición. En los cuartos de final, el checoslovaco Spartak Hradec de Kralove no fue rival para los catalanes. Otra cosa serían las semifinales contra el Hamburgo, donde destacaba el célebre Uwe Seeler. Ante la igualdad de ambos equipos, hubo que jugar un tercer partido que se disputaría en Bruselas y que terminaría con la victoria azulgrana, gracias a un valiente cabezazo del brasileño Evaristo.
La primera final de la Copa de Europa
Con aquella emoción, el Barcelona, se había clasificado para su primera final en la Copa de Europa que jugaría contra el Benfica. Era la final de las tres bes (Barcelona, Benfica y Berna), según titulaba Carlos Bribián en su crónica del ‘Kölnische Rundschau’. Sus jugadores saltaron al estadio de Wankdorf con bastante optimismo y motivación, aunque dos de ellos se mostraban recelosos de sus porterías de postes cuadrados. Eran los húngaros Kocsis y Czibor, que siete años antes habían jugado en el mismo lugar la final del Mundial que Alemania ganó a Hungría, y en donde los postes repelieron dos disparos de la selección magiar. Desde los primeros minutos, el equipo español se mostró superior. En el minuto 20, Luis Suárez, que había sido Balón de Oro en su última edición, lanzó un centro medido a Kocsis que cabeceó para establecer el uno a cero. Pero diez minutos después, dos fallos de Ramallets dieron la vuelta al marcador, con uno de los goles “fantasma” que se dio por bueno cuando el balón botó en la misma línea de meta.
La aciaga segunda parte
En la segunda parte, el Barcelona mejoró su juego y presionó la portería rival, pero en un contraataque, los portugueses anotaron el tres a uno. Aún quedaba más de media hora de partido, y el conjunto español reaccionó en un alarde de bravura y juego brillante con constantes oportunidades. En una de ellas, Kocsis remató de cabeza a puerta vacía y el balón se estrelló en el palo. Tres minutos después, Kubala disparó desde la frontal del área y el balón pegó en el palo derecho, luego en el izquierdo y volvió al campo. A 15 minutos del final, llegaría el segundo gol del Barcelona, anotado por Czibor. El Barça siguió con su trepidante ritmo de acoso, con aglomeración de defensores, saturación de saques de esquina y paradas excepcionales del portero luso. En una de las últimas ocasiones, Czibor estrelló otro balón en el palo para la desesperación del húngaro que al final del partido rompió a llorar con Kocsis maldiciendo la derrota y aquellas porterías. Ninguno de ellos creyó nunca que aquellos postes cuadrados eran tan neutrales como los árbitros. Lo sabían. Tenían vida, odiaban a los húngaros.
Adiós a los postes cuadrados
Después del partido, los dirigentes de la UEFA solían organizar una cena con los jugadores de los equipos finalistas, y durante la velada, Enrique Orizaola expuso ante los representantes federativos la conveniencia de que los postes fueran redondos, no sólo porque entonces el Barcelona hubiera ganado la final, sino también por la seguridad de los jugadores que corrían el riesgo de chocarse con las aristas. Mes y medio después, la UEFA hizo caso a Orizaola y prohibió los postes cuadrados que en aquella final arruinaron la ilusión de un entrenador cántabro que estuvo a punto de entrar majestuoso en la historia del C. F. Barcelona.
sábado, 30 de enero de 2021
Dos racinguistas tras el balón exiliado
No fue como el de los millares de familias que tuvieron que huir del régimen franquista tras la guerra del 36, pero en las dos experiencias más importantes del exilio futbolístico en la guerra civil participaron dos jugadores vinculados al Racing que fueron internacionales vistiendo la camiseta del club cántabro.
Ellos fueron Enrique Larrínaga Esnal (Sestao, 1910- México, 1993) y Fernando García Lorenzo (El Astillero, 1912- Santander, 1990). Ambos terminaron su última temporada antes del conflicto bélico en las filas del Racing, pero poco después, Larrínaga formó parte de la selección de Euskadi que jugó en varios países europeos y americanos entre abril de 1937 y junio de 1939, mientras que García, fichado por el Barcelona, se incorporó a la gira que este equipo realizó por México y Nueva York entre junio y septiembre de 1937. Ambos acabaron sus vidas deportivas en México.
Larrínaga y la selección de Euskadi
No hay noticias sobre las tendencias o compromisos ideológicos de Larrínaga, a parte de su amor por su tierra vasca, aunque sí participó en varios partidos de fútbol de carácter benéfico organizados por agrupaciones políticas, probablemente aprovechando su fama y calidad como deportista. Dentro de la tendencia de utilizar los partidos de fútbol para recaudar fondos, en marzo de 1937 formó parte del equipo de Euzko Gudarostia (Ejército Vasco), vinculado al Partido Nacionalista Vasco y más tarde lo hizo con la selección vizcaína que se enfrentó a la guipuzcoana.
Al crear la selección de Euskadi para disponer de fondos destinados al mantenimiento de los niños enviados al exilio, se contó con Larrínaga para emprender una gira por varias ciudades europeas. El primer partido que se organizó fue contra el Racing Club de París, y tras varios partidos en Francia y otros países llegarían a Moscú donde fueron recibidos como héroes. Ante la prohibición de las autoridades francesas de mantenerse en el país sin la carta de refugiados, en septiembre de 1937 unos pocos regresaron a España y la mayoría, entre los que se encontraba Larrínaga, emprendió viaje a América, jugando varios partidos en México, Cuba y Chile. Finalmente se quedaron en México donde disolvieron la selección en 1939 formando el equipo de Euzkadi con el que compitieron en la Liga mexicana.
Fernando García, con la gira del Barcelona
En Mexico
Por su parte, Larrínaga, tras una breve estancia en el Euzkadi, fichó por el Asturias, club con el que ganaría nada más llegar la Liga y Copa de México, coincidiendo con Fernando García. Con este mismo equipo, Larrínaga también conquistó la Copa de México de 1941. Avanzado este último año, firmó por el que sería último club de su carrera, el Real España, club que con la incorporación de Fernando García para la temporada 1944-45, obtendría el título de Liga.
miércoles, 13 de enero de 2021
El prisionero inglés que impulsó el fútbol
El 6 de abril de 1921, vestido con traje azul, guantes blancos, sombrero hongo y fumando en pipa, llegaría a Santander Frederick Beaconsfield Pentland, más conocido como Mr. Pentland. El hombre que popularizó al ‘míster’ como sinónimo de entrenador de fútbol fue el primer técnico serio y con conocimientos que tuvo el Racing y quizás el primero de esas características que llegó a España.
Se sabe que su labor y sus métodos convirtieron al Racing en un equipo de verdadera entidad, pero es menos conocida la impactante experiencia que antes de llegar a Cantabria desarrolló durante los cuatro años que estuvo prisionero en un campo de concentración alemán con motivo de la I Guerra Mundial.
El periodista Jon Rivas, en su biografía sobre Pentland titulada ‘El prisionero de Ruhleben’, profundiza en aquella etapa. Tras abandonar el fútbol profesional debido a una lesión, Pentland comenzó a entrenar al Halifax Town F. C., el equipo donde había sido jugador, y enseguida recibió una tentadora oferta para dirigir a la selección alemana de fútbol con vistas a prepararla para los Juegos Olímpicos de Berlín previstos para 1916. Pero un mes después de su llegada en 1914 se produjo el atentado de Sarajevo y Gran Bretaña entró en guerra contra Alemania.
Un hipódromo, campo de concentración
Cientos de británicos que se encontraban en el país comenzaron a ser apresados y conducidos al hipódromo de Ruhleben, a unos diez kilómetros de Berlín, donde se improvisó un campo de concentración que llegó a contar con 4.000 hombres. El hipódromo tenía una superficie de diez hectáreas, once establos donde se alojaron los prisioneros, un edificio administrativo, un restaurante, un ‘Tea-House’, tres gradas y una larga pista de carreras cuya zona central era perfecta para jugar al fútbol, pero que no era accesible a los reclusos.
Fue el empeño de Pentland y de otros compañeros que habían sido futbolistas, los que por fin consiguieron el permiso para jugar en marzo de 1915. Entonces los ingleses crearon la ‘Ruhleben Football Association’ para organizar equipos y campeonatos, asociación que tuvo como presidente al mismo Pentland y cuyo primer balance daría lugar a la creación de dos divisiones con catorce clubes en cada una de ellas y una competición de Copa. El trabajo realizado por Fred Pentland fue digno de elogio. Elevó la moral de sus compatriotas gracias a una excelente organización deportiva que mantuvo la actividad, la forma física de 453 jugadores y el interés de unos hombres que se salvaron de la desesperación a la que suele conducir el ocio del confinamiento.
Otra forma de elevar la moral fue la creación de una revista del campo donde Pentland comenzaría su costumbre de escribir artículos periodísticos, costumbre que continuaría en Santander y en otras localidades, donde ejercería como entrenador, y en donde expondría sus ideas, siempre con un propósito didáctico.
Amberes, Pagaza y el Racing
Tras acabar la guerra, Mr. Pentland regresó a Inglaterra en enero de 1919 y pronto fue reclamado para dirigir a la selección nacional de Francia con vistas a los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. Allí conoció al racinguista Pagaza que le animó a que fichara por el Racing, abriéndole el camino para venir a España.
Después de entrenar al Racing lo hizo en el Athletic Club (1922-25), el Athletic madrileño (1925-26), el Oviedo (1926-27), el Arenas de Guecho (1927-28) y de nuevo al Athletic madrileño (1928-29 y 1933-35) y el bilbaíno (1929-33), donde consiguió los mayores éxitos: dos Ligas y cinco Copas. También en 1929 fue el seleccionador del equipo español que ganó a Inglaterra en su primera derrota por una selección no británica y dirigió en 1930 a la selección española en un par de partidos por encargo del seleccionador, José María Mateos.
El fin de una etapa
Las tensiones laborales, políticas, actos terroristas y asesinatos que se vivían en los estertores de la II República, le animarían a regresar a su patria en junio de 1936 desde el puerto de Santander, embarcando en el ‘Iberia’ con destino a Southampton en compañía de su esposa Nahneen Yvonne y su hija Ángela.
A veces la buena suerte se disfraza de fatalidad. Permanecer cuatro años en una prisión alemana no fue un infortunio. El mismo Pentland reconocería que si no hubiera sido por la lesión que le convirtió en entrenador y que le llevó a Alemania, quizá se hubiera encontrado entre los millones de hombres que murieron en la Gran Guerra. Bendita lesión para Pentland, para el Racing y para el fútbol.
domingo, 3 de enero de 2021
El partido más largo
Formación del Laredo en el partido contra el Guecho. De izquierda a derecha, José Luis, Ignacio, Nando Laya, Susi, Amavisca y Cano Llata. Agachados, Varona, Docal, Javi Laya, Santos y Sito. |
El cierre de San Lorenzo
El partido contra el C. D. Guecho
Reanudación en San Mamés
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Pombo y la osadía de la juventud
Era santanderino, nació el 13 de junio de 1916 y se llamaba Pablo Pombo Quintana. Tuvo diez hermanos, de los cuales José Felipe y Jesús también fueron jugadores del Racing, mientras que Casilda fue una gran jugadora de tenis y de golf. Aunque vivió su infancia en la Villa Piquío del Sardinero, marchó a estudiar al colegio La Salle de Santoña, con lo que sus primeros equipos fueron el C. D. Paloma y el Santoña C. F. De este último equipo pasaría en 1933 al Racing por mediación del mismo presidente racinguista, José María de Cossío, emparentado con la familia materna del jugador. Entre la plantilla racinguista enseguida se le apodó ‘El chaval’, por su juventud, y en el primer partido de Liga de la temporada 1933-34, disputado en Sevilla contra el Betis, el entrenador, Mr. Galloway, no dudó en alinearle, presentando a un equipo formado por Miera, Ceballos, Gurruchaga, Hernández, Baragaño, García, Santi, Loredo, Telete, Ruiz y Pombo.
Contra el Betis
El partido se jugó el 5 de noviembre de 1933, cuando Pablo tenía 17 años y 145 días. Los béticos se adelantaron enseguida en el marcador con un gol de Lecue a pase de Unamuno, pero los cántabros no se desanimaron, porque seis minutos después, Pombo robó un balón a la defensa y sorprendió de un certero disparo al meta Urquiaga que estaba fuera de su marco. De esta manera, Pablo Pombo Quintana se convirtió en el jugador más joven en anotar un gol en Primera División, y en la actualidad sigue siendo el goleador racinguista más joven en esa categoría. Pero el gran mérito de Pombo no fue marcar un gol en Primera con 17 años. Su mérito fue que, con esa temprana edad, marcó nada menos que once. El segundo fue al Oviedo; el tercero, al Athletic Club; el cuarto, quinto y sexto, al Español; el séptimo y octavo al Madrid; el noveno y décimo al Barcelona y el undécimo al Valencia.
Un extremo rápido con disparo fácil
Pombo era un extremo muy rápido que podía jugar tanto en la izquierda como en la derecha, con un disparo fácil y muy eficaz. Se mantuvo en el Racing hasta que estalló la guerra civil. Se incorporó al equipo en la reanudación de la Liga (1939-40), pero no terminó la temporada con el club santanderino porque marchó cedido al Sevilla para reforzar al conjunto andaluz en la Copa del Generalísimo que por cierto ganaría en 1939, ya que derrotó en la final al Racing de Ferrol. Luego regresó a Santander donde continuó jugando en el Racing hasta 1945. Ese mismo año tuvo que marchar a Cartagena para trabajar en CAMPSA, donde aprovechó para jugar en el Cartagena F. C. (1945-46). También debido a su profesión tuvo que desplazarse esa misma temporada a Jerez de la Frontera, fichando por el Xerez y luego el Cádiz (1946-49), para volver a Jerez formando parte del entonces Jerez C. D. (1949-54), club donde pasaría a la historia por marcar cinco goles en un mismo partido al Betis el 8 de octubre de 1950.
Pombo fijó su residencia en Ciudad Real, donde continuó trabajando en CAMPSA como jefe de la agencia comercial de la empresa. En esa ciudad falleció el 13 de enero de 2001. Con el Racing jugó un total de 164 partidos oficiales, marcando 67 goles, de los cuales 17 los anotó sin haber cumplido los 18 años (los once de Liga ya comentados, más dos de Copa y cuatro del campeonato regional). Sin duda toda una indecorosa osadía de juventud goleadora.
lunes, 26 de octubre de 2020
Santi Zubieta, el último de los primeros
El inicio de la Liga
El 12 de febrero de 1929 fue uno de los once históricos jugadores que debutaron en el campeonato liguero de la máxima categoría, con derrota en los Campos de Sport contra el que sería primer campeón, el F. C. Barcelona (0-2). O’Connell alinearía aquella tarde a Raba, Santiuste, Rufino Gacituaga, Torón, Baragaño, Larrinoa, Santi, Loredo, Óscar, Gómez-Acebo y Amós de la Torriente.
En 1931, Santi fue uno de los integrantes que lograron el subcampeonato de Liga y que jugaría el Torneo de la Exposición Colonial de París. Su último partido como racinguista se disputó el 14 de enero de 1934 en el estadio Buenavista de Oviedo. Luego fichó por el Valencia C. F. (1934-36) y con la guerra civil, jugó en el Aviación de Zaragoza, equipo que con el Atlhetic de Madrid formaría el Club Atlético Aviación, donde tuvo como compañeros a los cántabros que serían internacionales, Germán y Aparicio. Tras acabar la guerra, marchó a Cartagena, donde colgó las botas en 1940. Santi, vinculado laboralmente con el cuerpo de Aviación, compaginó su trabajo en el Ministerio del Aire con el de entrenador de las secciones inferiores del Atlético de Madrid y del Real Madrid.
Homenaje
sábado, 3 de octubre de 2020
La dama del Naranjo de Bulnes
La ascensión
La tragedia en los Alpes
sábado, 29 de agosto de 2020
El periodista que hizo una alineación de la selección
Carlos Bribián |
Alineación revolucionaria
Equipo que se enfrentó a la selección alemana |
El mejor partido de España
lunes, 10 de agosto de 2020
El Racing y el escritor José María de Pereda
El empresario
Con la ayuda de la doctora de la UC, Raquel Gutiérrez Sebastián, una de las más importantes especialistas en el estudio de José María de Pereda, hemos sabido que el autor de ‘Peñas Arriba’ y ‘Sotileza’ también fue un diligente emprendedor de los negocios de su familia. Uno de los muchos hermanos de Pereda, el indiano Juan Agapito, sería el hombre clave para reflotar a la familia, gracias al capital aportado como consecuencia de la fortuna que hizo trabajando en los ferrocarriles de La Habana. De esta manera, Agapito se convirtió en el impulsor económico de los Pereda. Cuando José María regresó a Cantabria desde Madrid, sin haber concluido sus estudios militares en el arma de Artillería, y comenzó a escribir y a hacer trabajos en la prensa política, Juan Agapito le encarrilaría en la actividad comercial que sabría compaginar con la literatura.
'La Rosario'
Una de las empresas más importantes de la familia de Pereda fue ‘La Rosario’, de la que José María fue miembro del consejo de administración. Esta empresa, fundada en 1864, tenía sus almacenes en el paseo de Canalejas de Santander y comenzó elaborando las antiguas velas de sebo y de estearina, popularmente conocidas como velas de esperma. También fabricaba barras de jabón de lavar y de cocina. La aparición de la electricidad bajó las ventas de las velas y eso obligó a orientar y ampliar la producción de jabones hacia la higiene personal, extendiendo sus productos al agua de colonia, elixires, dentífricos, polvos de arroz y extractos. En sus viajes a París o a Barcelona, Pereda siempre se preocupó de ver cómo se trabajaba allí en el sector de la perfumería, interesándose por la estrategia de marketing y publicidad y también por las últimas novedades del momento, como las cremas japonesas que eran muy demandadas por las mujeres burguesas de la época.
La caricatura como envoltorio
Ya tras la muerte del novelista y la aparición del Racing en la escena deportiva, las firmas comerciales se dieron cuenta de la popularidad del fútbol. ‘La Rosario’ tenía entonces varios productos comercializados, como el agua de colonia rusa, agua de Kananga para el tocador, pomada de Kananga para las pecas, polvos de arroz extrafinos, vaselina perfumada, un ungüento bronceador llamado ‘Caobo’ y sus famosos jabones, entre ellos los denominados ‘Brisas del Sardinero’ y ‘Aromas de la tierruca’. Para promocionar este último entre los deportistas, los empresarios y descendientes de Pereda decidieron envolver sus jabones con un papel especial donde se incluía la caricatura del once racinguista de 1916 firmada por Leopoldo Huidobro y que es la primera caricatura conocida del equipo. El Racing, que había surgido tres años antes, ya se había convertido en el club más importante de Cantabria. Era el único federado que había en Cantabria, tenía como terreno propio y exclusivo los Campos de Sport, aunque en régimen de alquiler, y había absorbido a los jugadores del Real Santander convirtiéndose en un potente equipo. La promoción de ese jabón le proporcionaría la primera relación en el terreno comercial. Así que en el aroma perfumado de aquel jabón quedaron impregnados los futbolistas Álvarez, De la Torre, Goyena, Zubieta, Sierra, Lavín, Mateo, Zubizarreta, Salinas, Pepe Agüero, Oria y, sobre todo, una vinculación que, aunque indirecta y lejana, relacionó al Racing con el gran José María de Pereda.