Cuando José Antonio Saro entró en la portería conduciendo tranquilamente el balón, al árbitro se le cayó el pito de tanto asombro. ¿Qué había sido aquello? Por un momento pensó que era un golpe de estado al reglamento futbolístico, un insulto a los estudios de Pedro Escartín y de Ramón Melcón que hubieran calificado aquella jugada de sacrilegio. El portero había quedado espantado en el suelo, humillado de tanto engaño. Nunca había visto nada parecido en un campo de fútbol. ¿Quién había sido el osado al que se le había ocurrido tirar un penalti de esa manera?
A Samuel Lamarca Bartolomé (Ametlla de Mar, Tarragona, 1921-2002) le encantaban los retos y era un apasionado de la innovación. Fue un entrenador adelantado a su tiempo. Dio numerosas conferencias de carácter deportivo, y en los años cuarenta ya era un defensor de la psicología aplicada al deporte. Comenzó a tener contacto con el fútbol siendo un niño, en el colegio del Ateneo de Gavá (Barcelona), y poco tiempo después se incorporó a un equipo de barrio, el Español de Vila de Cans, localidad situada a unos quince kilómetros de Barcelona que recorría a pie para asistir a los entrenamientos. En 1936, su familia pasó las vacaciones en Santander y allí le sorprendió la guerra civil, circunstancia que aprovechó para establecerse en la capital cántabra, desempeñando las tareas de ayudante de corredor de comercio. Fue en esta etapa cuando comenzó a entrenar, siendo uno de los mejores alumnos de la Escuela de Preparadores. Primero entrenó al Atlético Montañés, luego al Castañón de Madrid, durante el destino de su servicio militar, y a su regreso a Cantabria dirigió al Kostka, un equipo de chavales de 16 y 17 años con quien ganó dos Campeonatos del Torneo de Barrios (1947 y 1948).
El Kostka
Era un equipazo aquel Kostka. Además, jugaba diferente a todos. Porque hasta entonces los equipos practicaban la tradicional disposición de un portero, dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Pero el carácter estudioso e innovador de Lamarca le llevó a aplicar la WM, también conocida como “el sistema”, colocando cuatro jugadores en el centro del campo. Fue la primera vez que se vio en Cantabria (y dicen que en España) aquel invento de Herbert Chapman.
Más problemático resultó el empeño de que sus jugadores escandalizaran al personal del antiguo régimen futbolístico con el penalti en dos tiempos. Hoy en día podíamos decir que Lamarca era un ‘friki’ del estudio del reglamento. Se lo sabía mejor que los propios colegiados. Ése fue el primer impedimento que tuvo para poner en práctica sus ideas. Desde 1941, en que Pedro Escartín comenzó a publicar su ‘Reglamento de fútbol comentado’, Samuel Lamarca le había dado vueltas a la regla XIV que sobre el penalti decía, entre otras cosas, que “El jugador que ejecuta el castigo deberá lanzar el balón hacia adelante y no podrá volverlo a jugar hasta después que haya sido tocado o jugado por otro jugador”. Eso significaba que un penalti se podía lanzar con un centro adelantado para que otro jugador rematara, o condujera el balón hacia la portería contraria. Pero nunca se había hecho. ¿Por qué no practicarlo con aquellos chavales del Kostka?
El escándalo
Zalo, el cerebro del equipo, era el encargado de lanzar los penaltis. La primera vez que lo hizo en dos tiempos se produjo un escándalo. El centro adelantado se fue para la izquierda, de donde salió como una bala el extremo más rápido y habilidoso del torneo: Manuel Fernández Mora. La jugada impidió reaccionar al portero que se quedó parado, como si no se creyera lo que estaba viendo. Moruca sólo tuvo que empujar el balón para anotar el gol. Pero el árbitro lo anuló. Lamarca se hartó de protestar invocando las mismas reglas del juego, pero no pudo con la ignorancia del árbitro. Claro que no conocían bien a Samuel Lamarca. Escribió a las más altas instancias arbitrales y a los periodistas más célebres de la época, entre ellos a José María Mateos, que había sido seleccionador nacional. Y consiguió que el Colegio de Árbitros de Cantabria tuviera que pedir disculpas, reconsiderando los goles que por aquella causa había anulado. Porque el penalti en dos tiempos de Samuel Lamarca era legal.
De nuevo con el Rayo Cantabria
Después de su paso por el Kostka, Lamarca entrenó al Rayo Cantabria y a la S. D. Nueva Montaña Altos Hornos, antes de poner rumbo a Venezuela, donde dirigió en los años cincuenta al Nuevos del Este y al Español de Caracas, siendo distinguido como mejor entrenador de la Liga Profesional. Tras su etapa en Venezuela regresó a Cantabria para dedicarse a la gerencia de varias empresas, ocupando el cargo de gerente del Racing entre 1978 y 1984.
El penalti en dos tiempos de Samuel Lamarca no se olvidaría fácilmente. Uno de sus pupilos, Manuel Fernández Mora, se lo enseñó a sus jugadores cuando entrenaba al Rayo Cantabria. Y aquella tarde, después de que el árbitro pitara la pena máxima, José Antonio Saro corrió hacia el banquillo:
-Míster, que lo tire Larrinoa que yo lo remato.
- ¡Ni se te ocurra, de eso nada! –protestaba Moruca.
-Que sí, míster, que sin problemas, no se preocupe que lo metemos -insistía Saro regresando al área con determinación.
-¡Haced lo que queráis! –refunfuñaba Fernández Mora, resignado mientras daba la vuelta como si no quisiera saber nada del asunto.
Cuando José Antonio Saro entró en la portería conduciendo tranquilamente el balón, al árbitro se le cayó el pito de tanto asombro. El portero había quedado espantado en el suelo, humillado de tanto engaño. Nunca había visto nada parecido en un campo de fútbol. Mientras los jugadores del Rayo Cantabria regresaban a su campo celebrando el gol con cierta discreción, el público vizcaíno levantaba un murmullo de preguntas que nadie sabía responder. Cuando su equipo, batido con creces por aquel irrepetible Rayo, se disponía a sacar de centro, se rindió a las preguntas respondiendo con una ovación que puso carne de gallina a las pieles de los jugadores cántabros y a la del mismo Fernández Mora, hinchado de orgullo por sus muchachos. Fue un reconocimiento al penalti en dos tiempos de Samuel Lamarca.